Lunes 30 de marzo de
2020
Ayer el gobierno decretó el cierre de servicios no
esenciales durante dos semanas, hasta después de Semana Santa, para que la
circulación de personas se reduzca aun más. Sé que hay gente que pone el grito
en el cielo por la economía. Está claro que me preocupa la situación en la que
vamos a terminar, pero me preocupan más las personas y el sistema sanitario. Me
ha vuelto la sensibilidad y tengo ganas de llorar por todo. Me afectan más los
días oscuros como hoy. Me he informado y parece que la
colchoneta y el aro van a llegarme, pero creo que es lo de menos. Los tenía
que haber pedido antes o no pedirlos y aguantar.
Salí a tirar la basura. Volví a encontrarme con el hombre
que coge el autobús, que llegaba justo cuando yo iba a cruzar la calle hacia
los contenedores. Se adelantó unos minutos. También se adelantó el camión de
recogida, porque solo había dos o tres bolsas. Mi bolsa olía fatal por los
restos de pescado y cebolla, no podía traerla de nuevo conmigo. Supongo que sin
tráfico el camión va como las balas y por eso se adelanta. Cuando regresaba,
empezó a llover y no me quedó otra que volver por el camino corto, aun así, me
paré un segundo en la fuente. Pulsé el botón (con un papel) del chorro para
rellenar de agua la bandeja donde beben los perros, pero se coló por una
rendija hacia el suelo. Lo hice por los pájaros, que espero que tengan donde
beber gracias a la lluvia.