Cerradura, de Candi... |
Hace unos días vinieron a arreglarme la puerta de casa. Era algo que
tenía pendiente desde hace algunos meses, pero hacía falta una pieza que
finalmente llegó hace un par de semanas. Cuando no estoy en casa, una persona
de confianza me hace el favor de vigilar estas chapucillas y habría acudido
para atender al técnico, pero coincidió que vino uno de los días en que no voy
a la oficina. Tenía que adaptar esa pieza porque la puerta ya tiene unos años,
así que hizo toda clase de ruidos y tampoco se cortó en hablar por teléfono.
Llevamos varias semanas de trabajo tras las vacaciones y mi jefa apenas se ha comunicado conmigo. Sé que está muy ocupada por ser el inicio de curso, esto no es un reproche, sino que debo decir que apenas he hablado con ella ni he recibido emails y justo el día que vino el técnico de la puerta se le dio por llamarme sin descanso: que si tenemos que mirar lo de Betty email en viernes, que si mejor la llamo, no coge te llamo en un rato, que si está hablando con Dorotea S. y necesitan saber cuántos noruegos trabajan en nuestro departamento, que si mandé el dato ya, que qué pasa que el dichoso dato de los noruegos es urgente, ahora sí está. Y claro, con tanta llamada le molestaron los ruidos del de la puerta. Habría silenciado el micro como hace Sandra si no fuera porque a mí me tocaba hablar, así que ni corta ni perezosa se quedó un segundo callada, escuchando y me soltó un pelín cabreada: ¿esos ruidos son en tu casa Dorotea? Pues sí, nena, sí, son en mi casa porque trabajar en casa es lo que tiene, vida y ruidos.