jueves, 20 de junio de 2019

¿Qué recibo a cambio?

Birrete. Mortarboard
Senior Pictures – Tradon, de Kerri Polizzi
Hace unos cuantos años ya, Sandra comenzó su cruzada personal para conseguir que la empresa le financiara un máster en una universidad top con la que tiene acuerdo. Antes de otorgar la pasta, hace firmar un contrato al empleado o empleada para que no se largue en dos años y ganar un puñadito de personas masterizadas de las que presumir. Normalmente la gente acepta para conseguir un ascenso, además de una subida de sueldo (no siempre sustanciosa), un buen puñado de horas extras no pagadas y la atadura casi permanente al teléfono durante el tiempo libre, con o sin necesidad. Lo último no lo desean, pero va en el saco. En otras empresas probablemente la situación sea similar, sin embargo, la mayoría se va pasados esos dos años.

En el caso de Sandra, ella dice que Ángela (nuestra jefa anterior) se lo puso como condición para hacerle un contrato de cuarenta horas semanales porque su máster en una universidad mediocre no era válido. Aquí empezaron las mentiras. Cuando a mí me contrataron, no tenía un máster, ¿de cuántas horas es mi contrato? El noventa por ciento de secretarias y administrativas no tienen máster, ¿de cuántas horas es su jornada? La mayoría de comerciales e informáticos no tienen máster, ¿cuántas horas a la semana trabajan? Ella lo que quiere es un puestazo, pero le da vergüenza reconocerlo. Los motivos darían para otra entrada, muy compleja además, porque antes tendría que separar las mentiras de la verdad y eso me produce dolor de cabeza en este momento. Así que hoy voy a seguir con la historia diciendo que alentada por conseguir las cuarenta horas, más dinero y un cargo, pero también unas condiciones que no quiere, empezó el periplo para que la admitieran en algún sitio.

viernes, 31 de mayo de 2019

Atrapada en soledad

Mujer de espaldas bajando escalera
Sin título, de Odwalker

Un zulo con ventana. Un pedazo de cristal que a algunos les sirve para alegrarse la vista y dejar volar la imaginación y a otras les provoca asfixia, como si estuvieran en una jaula de cristal que se hace más pequeña cada día. El aire cargado de negatividad emocional, charlas imbéciles. Los auriculares en los oídos, bien apretados, para aislarse de ese ambiente de malas vibraciones y comentarios venenosos. Imposible. El zulo facilita las imposiciones sociales y el asco.

Un edificio enorme, un hormiguero. Encuentros fortuitos con sus compañeros, charlas triviales, frívolas, que no alimentan. A su alrededor las visitas, llenándolo todo de ruido, malos olores y basura mientras ella intenta buscar su hueco, retorciéndose para encajar. O quizás solo se retuerce porque el lugar que tiene asignado no se adapta a ella y busca un poco de comodidad. No la encuentra ni en el zulo, ni en los pasillos, ni durante el rato en el baño cuando se encierra a meditar. Toc toc toc. Toc toc toc. TOC. TOC. TOC.

El edificio se vacía de pronto. Nada de visitas. Solo compañeros que la buscan para charlar mientras ella recorre los pasillos atenta a los ruidos y a las voces, a veces susurrantes, para escaquearse. Gente maja que necesita ser escuchada. Gente agradable que cuenta cosas que no le interesan, que buscan ser sus amigos porque se encuentran a gusto con su compañía. Pero, ¿qué pasa con ella? ¿La escuchan o la interrumpen? ¿Le importa a alguien lo que necesita?

Días que pasan lentamente. Reuniones infumables a las que no debería acudir porque no pinta nada. Montones de papeles que sacar adelante con falta de concentración. Llamadas indeseadas e innecesarias. Compañeras que acuden a ella justo cuando va a salir. Mira el reloj. Repasa la jornada. Más gente que nunca. El hueco interior agrandándose. Finalmente sale atrapada en soledad.

viernes, 17 de mayo de 2019

De versión en versión (1): El perfil de Mike

Compañeros de trabajo cotilleando
Advice, de Eric Molinsky para CALI Lesson
Dorotea:

Mike es calvo, flaco, tiene los ojos marrones y usa gafas de metal gris. Nos conocimos cuando vino a su entrevista, supongo que no se acordará. Diría que se acerca a los cuarenta, aunque probablemente la calvicie lo haga parecer mayor. Es callado pero simpático, tiene una voz suave y su risa es contagiosa. Habla inglés con acento americano porque su padre es de Estados Unidos, su madre española. Tiene su puesto de trabajo en la última planta y las dos veces que subí desde que llegó, vi un libro sobre su mesa. De vez en cuando nos encontramos en la cocina y charlamos un rato.

Cuando supimos de su llegada, a mis compañeras les alegró muchísimo. Creo que eran sinceras porque escondían un pensamiento malévolo: lo imaginaban como su secretario y no el de nuestra jefa y eso hacía que echaran las cuentas de la lechera y los números les cuadraran. Sin embargo, mi jefa les paró los pies, lo acaparó y se les rompió el cántaro. Sandra pudo pegar los añicos, Sara Pestes, más bruta, no pudo hacer nada con el suyo. Y Mike, aunque colabora con ellas en algunas cosas, se dedica sobre todo a proyectos de Diana. Lo que a mí me parece lógico, a la Pestes la enerva y Sandra lo va llevando porque de vez en cuando le pide ayuda delicadamente con alguna tarea, pero está a la defensiva y aún no sé por qué (en realidad sí, pero no tengo pruebas).

viernes, 5 de abril de 2019

Etiquetas

Dos novias
Fotografía sin título, de Simon Laroche
Cuando durante una conversación alguien me muestra rechazo radical hacia los homosexuales, tiendo a sospechar que esa persona no está del todo reconciliada con su sexualidad, que niega ese porcentaje de atracción hacia su mismo sexo que tiene una buena parte de la población heterosexual. En la oficina es un tema que trato de evitar porque mis compañeras son bastante intolerantes y me ponen enferma sus comentarios, además, tras una discusión, siempre queda tensión y mal rollo y de esto tenemos suficiente. A Sara Pestes no la tengo tan calada, pero después de muchos años de observación, estoy convencida de que Sandra es bastante lésbica, también que tiene ese lado absolutamente reprimido y que le sale en forma de unos ramalazos rarunos, a veces fuera de lugar.

viernes, 22 de marzo de 2019

Qué majo es Nino


Hombre joven recostado
Así lo ven. (El: Pedro, de Guillermo A. Passache)
Hace unos meses empezó a trabajar en la empresa Nino, un chico muy majete que imparte talleres y seminarios. Joven, recién titulado y con unos resultados muy buenos entre los que vienen a los cursos. El chaval es un tanto peculiar, sin embargo, no soy la más indicada para hablar. Vista desde fuera, debo de ser similar a él, de hecho, muchas de las cosas que Sara Pestes nos cuenta como rarezas, las veo perfectamente normales. Por ejemplo, cuando vino al proceso de selección, prefirió un hotel cerca del Retiro en vez de alojarse cerca de la sede de la empresa, para poder ir a pasear allí en sus ratos libres, tomar el aire, leer y desconectar, en vez de... no sé cuál podría ser la alternativa. ¿Ir de copas? ¿Ir a uno de los bares de alterne de esta zona? 

martes, 19 de marzo de 2019

Nuestra amiga

La Rotten ha vuelto a la carga. Esto es cíclico. Y como de vez en cuando no le cojo las llamadas, sobre todo cuando me llama cerca de la hora de salir, en una de estas ocasiones, me envió un email:


De: Ascensión
Para: Dorotea Hyde
Fecha: 13/03/2019 17:45h.
Asunto: Cuando puedas me llamas

Una amiga nuestra se quiere ir de la empresa.

Un abrazo

Ascensión.

viernes, 8 de marzo de 2019

Lo que me inspira la música (11): Sabes que te quiero



La gente entra y sale de la facultad. Voces, risas, el chasquido de varios mecheros que se encienden y el humo de unos cuantos cigarrillos. Ellos, sin embargo, permanecen aislados de todo en una burbuja de aire. Solo ellos dos. Se sonríen emocionados. Ignoran a sus compañeros de equipo, que los felicitan por la presentación.

El sol del mediodía da de lleno. No se dan cuenta de que sus mejillas empiezan a encenderse y las cabezas comienzan a picar. Podría hacerse de noche, granizar, caer un meteorito y seguirían sin enterarse. Ella le coge la mano. Él se acerca hasta que sus cuerpos se rozan y, sin perder la sonrisa radiante, se besan. Corto, dulce y suave. Él le rodea la cintura y ella le copia el gesto, pero poniendo sus manos sobre sus nalgas. Esta vez se sumergen en un beso profundo, húmedo y largo.

—Vamos a mi casa.

Ella baja la mirada y niega con la cabeza.

—Ahora tengo que irme. Quizás mañana. Pero sabes que te quiero.

Él asiente triste y se aleja tras recoger su mochila del suelo. Baja las escaleras del metro y se interna en la oscuridad del alma.

Ella, todavía en el sol, coge su teléfono y manda un mensaje: “Llego en quince minutos. No te enfades, sabes que te quiero”. Y avanza por el sol hacia su próximo destino.

viernes, 1 de marzo de 2019

El dichoso RGPD

La aprobación y entrada en vigor del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) trajo mucho revuelo a la empresa, no solo porque los empleados tuvimos que tomar nuevas medidas a la hora de manejar y conservar datos, sino también a la hora de autorizar, o no, el uso de nuestro propios datos por parte de la empresa. Supongo que en todas partes han tenido inconvenientes parecidos.

Con esta entrada en vigor, hemos tenido que firmar un anexo a nuestro contrato con nuevas autorizaciones o restricciones y yo, que estoy bastante preocupada por el tema, no di permiso para el uso de mi fotografía. Cuando firmé mi primer contrato no podía negarme. O aceptaba o no entraba. Quizás si no hubiera sido tan novata se lo podría haber planteado a mi jefa, pero bueno, son cosas que pasan. Sin embargo, con el cambio de ley y visto que podíamos elegir, elegí. ¿Qué podía pasar? ¿Qué me despidieran? 

viernes, 15 de febrero de 2019

Portazo va, portazo viene

Please don't slam door
The doorbells are blurry; I figure thats ok, de David Goehring
La mini ofi está a rebosar de tensiones. En cierto modo Sergio lo presagiaba en los comentarios de mi entrada anterior al preguntarme si Sara Pestes es vengativa. No creo que lo sea, pero sí quiere doblegarme, que le bese los pies y baile al son de sus gritos y sus portazos. Quizás soy demasiado cortada para enfrentarme a ella y decirle “PARA DE UNA PUTA VEZ DE MALTRATAR LA PUERTA”, pero no voy a cargar con marrones suyos, dentro o fuera de mi horario laboral. Desde que le dije hasta mañana cuando ella quería la respuesta en el momento, ha intentado una y otra vez, casi a diario, que me espatarre, que reconozca su grandeza. Me he rebelado llamándole cochina con sutileza (creo que no pilla la ironía) y abriendo la ventana para ventilar cada día, aunque a ella le molesta, o simplemente diciéndole que no.

lunes, 4 de febrero de 2019

Diario de Jekyll (3): Los berrinches de la Pestes

Miércoles 23 de enero de 2019

9:50h

Entra la Pestes quejándose de que dar clases le absorbe mucho tiempo. Ni hola, directa al grano. El idilio le ha durado poco. No la escucho, sus cosas personales me importan menos que cero. Sandra aguanta estoica. No sé qué puede sacar de esto, pero ahí está como una roca. BLA BLA BLA BLA. Un tema más para añadir a la lista de quejas.

11:30h

Me voy al descanso. Antes comía algo en mi mesa, ahora intento salir siempre porque desconectar de la oficina, de la gente, es vital para continuar. Aunque ahora está “tranquila”. La Pestes se ha largado hace ya un buen rato. En unos días tiene una visita guiada con sus estudiantes y ha ido a la galería a hacer esa visita para prepararla. Nuestra jefa no sabe nada, de hecho, invitó a Sandra y finalmente acordaron que mejor no. Sandra tendría que pedir permiso y se descubriría el pastel. Con la conflictiva fuera, se respira de otra manera.