domingo, 25 de octubre de 2020

Al Banco de España con Galdós

Cara delantera billete de 1000 pesetas 1979 Galdós
Billete de 1000 pesetas de 1979. Fuente: Wikimedia

Abrí el sobre, cogí mi billete de mil pesetas, el de Galdós, y me encaminé hacia el Banco de España. Me entró un poco de pena. Aún no sé por qué. Quizás porque ese billete me llevó de la mano a mi infancia, porque mi abuelo se parecía a Galdós y pasamos mucho tiempo juntos, porque recordé algunas de las compras que hice con billetes como este conseguidos tras cambiarlos por monedas ahorradas durante meses y, aunque nunca he sido de las que suspiran por volver atrás, la situación actual es tan penosa que los recuerdos pueden convertirse en un refugio.

Nunca había estado en el Banco de España, así que sentí cierta emoción por ir incluso cuando pedí la cita, no por nada en ese edificio se deciden, para bien y para mal, muchos asuntos que afectan al devenir del país (no sé si quiero mencionar el caso Bankia). No sabía por dónde estaría la entrada, pero en cuanto vi una cola me dirigí hacia allí. Parecía que aquellas personas se habían acercado sin cita, yo no tuve que esperar aunque había llegado antes de la hora (como me habían dicho que llegara) y tras pasar varios controles me vi frente a las cajas sin tener que parar a recontar el dinero, al fin y al cabo, solo llevaba un trozo de papel de color verde con el rostro de Galdós. Cuando era pequeña y tocaba uno de esos nunca pensé que algún día pasearía por las mismas calles que describió el escritor en muchas de sus obras. Mil pesetas que una vez fueron una fortuna, ahora equivalentes a seis euros que no sacan a nadie de pobre. Me entraron deseos de quedármelo y huir. Una tontería como otra cualquiera.

lunes, 19 de octubre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (19): Vuelve el estado de alarma

Viernes 9 de septiembre de 2020

Ha sido aprobado un nuevo estado de alarma para la Comunidad de Madrid que afecta a varias ciudades, entre ellas, la ciudad donde trabajo y la ciudad donde vivo. He estado pendiente de la noticia y conozco qué medidas se van a tomar, pero no cambia en nada la vida que he llevado en las últimas semanas, a pesar de la restricción de movimientos.

Mi vecina de al lado, sí, la de los canales de televisión, ha organizado la comida familiar semanal como siempre. Mejor no digo ni cuántos se juntaron ni qué distancia tienen entre ellos. Es un asco que las paredes sean tan finas… y que griten tanto. De hecho, para mí ese es el verdadero problema, que trabajar en casa los viernes por la tarde es imposible con la juerga que organizan. Necesito volver a la oficina.

Al menos la mañana estuvo tranquila y pude tener silencio alrededor durante las dos reuniones que tenía programadas. Me parece que salieron bastante bien, pero siempre hay imprevistos cuando se trata del proceso de proyectos que gestiono y mi jefa se está empezando a encontrar con ellos. Pone siempre en duda lo que le digo, pues ala, que los disfrute.

lunes, 12 de octubre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (18): La semana da asco

Lunes 5 de octubre de 2020

Primer día laboral del confinamiento. Que si cierre por aquí, que si cierre por allá. Y yo me pregunto qué cierre si todos los bares están abiertos como si fuéramos un país de borrachos.

Tuve que limpiar una mierda que la Pestes dejó tirada, pero no me corté en dejarla en evidencia. Tampoco a la tercera persona implicada. Se ve que no estoy empezando la semana de buen humor, porque si el lunes no me corto, veremos cómo será el viernes.

Por la tarde salí a clase de inglés desde casa. Llevaba en el móvil la matrícula escaneada, que es donde aparecen los días y las horas a las que voy. Al llegar a la estación vi que un coche de la policía nacional hacía la ronda. Se dirigían hacia mí lentamente. Yo muy segura, erguida, mirada al frente. El copiloto me echó un ojo y pasaron de largo. Son como perros que huelen el miedo y yo de miedo, poco. Llevaba mis papeles conmigo, ¿qué podía pasar? Aunque lo más probable es que vieran mi carpeta y sacaran conclusiones. En cualquier caso, fue lo más emocionante que me ha pasado en semanas y ni siquiera me cachearon.

jueves, 8 de octubre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (17): En casa otra vez

Lunes 28 de septiembre de 2020

Hoy he ido a la oficina, pero he dejado todo más o menos organizado para no volver en dos semanas. Aún tendré que ir a clase de inglés, pero por lo menos voy a dejar de frecuentar ese edificio en el que aparecen casos de covid-19 como setas. Están empezando a alertar del peligro de los aerosoles y la gente llega a sus oficinas y se quita la mascarilla. Ahora mismo todas las oficinas están compartidas por turnos, por mucho que limpien las señoras de la limpieza, si no ventilan (y está claro que no lo hacen, visto lo visto) y el siguiente en entrar también se descubre, ¡zas! Diana.

La Rotten y yo nos enteramos de que Gema, una compañera de la tercera planta, también está enferma. Lo peor de esta mujer es que llevaba al menos una semana con síntomas y no fue al médico ni le dio importancia. Fue a comer con su familia a casa de sus padres, a una reunión de departamento, recorrió las instalaciones porque ella es quien lleva control de dónde se sienta todo el mundo y, si no llega a ser por Marisol/Marinube que le comió el coco para que fuera al médico, seguiría todavía como Perica por su casa por ahí.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Juani la loca, la empresa y la covid-19

Social distance marks, de Tom Maglieri

Dudaba si escribir esta entrada para mi blog principal (este) o para el de Los locos indeseables, ya que la protagonista va a ser Juani la loca, una de las pacientes de los indeseables con una cita pendiente. Al final me decidí por este porque la temática, la covid-19 (qué horror, sí, otra vez), es la coprotagonista de la historia.

Juani y yo hemos sido siempre como agua y aceite. Circe me decía que entre nosotras la tensión se podía cortar y yo le respondía que, por mi parte, tensión ninguna pero que no tenía nada que hablar con esa mujer y no hablarle significaba rehuirla en muchas ocasiones. Aun así, soy normal y tengo sentimientos, así que cuando la vi hace unos días, un miércoles, en el segundo piso del edificio donde trabajo después de muchos meses de pandemia y sabiendo que había estado de baja por un problema de riñón y por un cáncer de mama, le pregunté cómo estaba. Me dijo que bien y cada una siguió su camino.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (16): Medidas restrictivas

Viernes 18 de septiembre de 2020

Le escribí un email a Nino, ese compañero encantador que evitaba saludarme incluso en situaciones imposibles de evitar el saludo. Postergué este momento meses y meses (anda que también yo…), pero el trabajo tiene que salir adelante así que con mi mejor inglés me presenté, me identifiqué para que no tuviera dudas de que era yo, a quien rehuía, y le pedí si podía enviarme unos documentos que teníamos pendientes. Me sorprendí mucho cuando recibí su respuesta de inmediato diciéndome que tenía que conectarse a una reunión pero que en cuanto terminara los buscaría. Hasta fue amable.

Por la tarde, en clase de Pilates, el tema principal de conversación fueron las nuevas restricciones que se van a aplicar en algunas de las zonas sanitarias de la Comunidad de Madrid. Después de varios días de luchas internas en el gobierno (autonómico) y varias comparecencias ante la prensa canceladas, dieron una lista de treinta y siete zonas sanitarias que se corresponden con los barrios y distritos más afectados por la covid-19, pero también con los más pobres y con menos recursos, zonas en las que hay pisos patera, familias enormes ocupando viviendas enanas, poca pasta para compras mascarillas y probablemente jabón, ya del gel hidroalcohólico mejor ni hablo. De hecho, hay bastante polémica con este tema porque las medidas se ven como discriminatorias y segregadoras.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Echando chispas

Llave en cerrradura
Cerradura, de Candi...

Hace unos días vinieron a arreglarme la puerta de casa. Era algo que tenía pendiente desde hace algunos meses, pero hacía falta una pieza que finalmente llegó hace un par de semanas. Cuando no estoy en casa, una persona de confianza me hace el favor de vigilar estas chapucillas y habría acudido para atender al técnico, pero coincidió que vino uno de los días en que no voy a la oficina. Tenía que adaptar esa pieza porque la puerta ya tiene unos años, así que hizo toda clase de ruidos y tampoco se cortó en hablar por teléfono.

Llevamos varias semanas de trabajo tras las vacaciones y mi jefa apenas se ha comunicado conmigo. Sé que está muy ocupada por ser el inicio de curso, esto no es un reproche, sino que debo decir que apenas he hablado con ella ni he recibido emails y justo el día que vino el técnico de la puerta se le dio por llamarme sin descanso: que si tenemos que mirar lo de Betty email en viernes, que si mejor la llamo, no coge te llamo en un rato, que si está hablando con Dorotea S. y necesitan saber cuántos noruegos trabajan en nuestro departamento, que si mandé el dato ya, que qué pasa que el dichoso dato de los noruegos es urgente, ahora sí está. Y claro, con tanta llamada le molestaron los ruidos del de la puerta. Habría silenciado el micro como hace Sandra si no fuera porque a mí me tocaba hablar, así que ni corta ni perezosa se quedó un segundo callada, escuchando y me soltó un pelín cabreada: ¿esos ruidos son en tu casa Dorotea? Pues sí, nena, sí, son en mi casa porque trabajar en casa es lo que tiene, vida y ruidos.

viernes, 11 de septiembre de 2020

Cambio de avatar: adiós taconazos


Zapatos rojos de ante de tacón alto
Adiós tacones. (Autor: Expressolia)
Todo empezó en marzo, cómo no, por pasar todo el tiempo en casa por el estado de alarma. Arrinconé mis zapatos y comencé a utilizar únicamente las zapatillas de estar en casa y las de deporte, pero sobre todo las de estar en casa, total, para estar todo el día con el culo pegado a la silla, qué más daba. Entonces empezaron a llegar a mis redes sociales artículos que recomendaban ponerse los zapatos de vez en cuando y no eran consejos para mantener la autoestima o la rutina, como en el caso de la ropa sino que, de no hacerlo, nuestros pies se resentirían. Y a partir de ahí, quién sabe qué más podía pasar, porque todo en nuestro cuerpo está comunicado, eso me dice mi fisio. Y seguí sin darle importancia, claro.

Llegó el momento en que me tuve que marchar a casa de mis padres y fue todo un desafío plantarme unos zapatos. Es cierto que podía haberme puesto los tenis y tan pichi, pero pensé, porras, para una vez que salgo, voy a ponerme esas botitas tan chulis a las que les quedan dos telediarios, que seguro que allí todavía hace fresco y así cuando termine la temporada las tiro. Y sí, me las planté, pero qué rozaduras, madre mía, qué rozaduras y eso que solo me di un paseíto por la estación del tren para activar la circulación.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Seis meses después


Tras seis meses en casa, volví a la oficina esta semana. Me han cambiado de edificio, ahora estoy en uno mucho más tranquilo, donde no hay conferencias ni otros eventos, solo personal de la plantilla que trabaja en casa la mayor parte del tiempo. Mi puesto está en un despacho pequeñito en el que no cabe nada más que una mesa, dos estanterías y yo. Quizás traiga una planta, para ella sí hay sitio. La gloria. Volver ha sido una maravilla, quién lo iba a decir. Y aunque no vendré todos los días por razones evidentes, venir a este espacio será como llegar a un refugio en el que recuperar por un instante la normalidad.

El primer día tuve un poco de jaleo. Vaciar cajas, organizar mis cosas, limpiar (siempre hay algo que limpiar, no por la covid-19), hacer una copia de la llave de la puerta, intentar resolver problemas técnicos, deambular por edificios vacíos buscando soluciones, aprender las nuevas normas… Las horas volaron. Pero también tiene su lado extraño y triste: igual que cuando en junio acudí a preparar la mudanza, sé que esta soledad y esta tranquilidad es por lo que es.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Reflexiones antes de las vacaciones

Gato frente a pantalla de ordenador
Best Seat in the House, de Cats by Moonwhiskers
En los últimos meses he escrito muchísimo para el blog, pero apenas he escrito otra cosa, ni siquiera el taller de escritura fue muy fructífero. De pronto, las tornas han cambiado: me cuesta encontrar la inspiración para escribir una entrada mientras estoy desatada escribiendo relatos e historias (que probablemente no llegarán a nada). Creo que uno de los motivos de que me cueste encontrar temas para el blog ahora es que suelo hablar de mis aventuras y desventuras en el trabajo. El problema es que el mes de julio ha sido tan asqueroso que por un lado prefiero olvidarlo y por otro no quiero ser cansina escribiendo de nuevo en negativo para los valientes que se asoman por aquí (no penséis que esto va a ser para siempre 😊).