viernes, 25 de octubre de 2019

Autocensura

Pintada en un muro: "The Problem with Censorship is"
The problem with censorship is..., de Cory Doctorow
Ha pasado un mes desde mi última entrada. He estado bastante ocupada con el comienzo de las clases de inglés en la empresa y en la academia, un viaje inesperado, sesiones extra de fisioterapia para los dolores de espalda, intentar escribir una historia para enviar a un concurso… No he tenido demasiado tiempo para organizar las historietas del trabajo y crear una entrada decente; se me han escapado los días y las semanas entre los dedos. Pero, de pronto, cuando ya no tenía esperanzas de publicar nada hasta noviembre, la historia vino a mí. La fuente no podía ser otra que la Rotten con una peripecia paranormal, divertida y un pelín desquiciante. Me corrijo, muy desquiciante.

Esta Rotten es muy socorrida para el blog. Incluso cuando pienso que está más tranquila siempre está ahí para montar una de las suyas. También sobre esto reflexioné en la entrada paranormal porque está claro que, si aparece por aquí, es porque sigue intensa, aunque quiera auto convencerme de lo contrario. Y como parece que es mi musa, que cuando escribo sobre ella acabo las entradas en un pispás, al poco rato de ponerme frente al ordenador, el texto estaba terminado.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Las botellas de agua

Recepción en obras
Sin título, de Associated Fabrication
Hace justo un año, el edificio donde trabajo se quedó sin recepcionistas. Fue una faena que nos atormentó gran parte del curso porque, por la localización de la mini ofi, todo el mundo parecía caer aquí como por arte de magia, empleados o visitantes, daba igual. Venían de cualquier planta, a veces dando rodeos, con asuntos más o menos inverosímiles que no podíamos (ni queríamos) resolver por no ser de nuestra competencia. Pero el mayor problema de todos fue en el que me metieron las chicas de la limpieza, aunque también tengo parte de culpa por no haberlas enviado al cuerno a tiempo.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Acto de bienvenida 3ª ed.

Mujer de rojo posando para fotógrafa
Casting Shadows, de Ian Sane
Miércoles. Acto de bienvenida a los nuevos. El tercer año que acudí, siempre de mala gana, deseando que pase pronto y cruzando los dedos para no sentirme excesivamente incómoda. Me eché protector para no quemarme y cogí el sombrero por si nos tocaba al sol como el año pasado, me puse una chaquetita por si nos tocaba en la sombra como hace dos años y salí.

Llegué pronto al patio del edificio donde trabajaba antes. Solo estaban mis compañeras de departamento, los camareros y… uf, cojo aire, Luis el bibliotecario sentado en un banco. Luis es raro, muy raro. Por suerte solo lo encuentro una vez al año porque trabaja fuera de Madrid, en la sede de la empresa B, pero tengo muy en mente que en el evento del año pasado no se despegó de mí y sus ojos se lanzaron a por mi escote más de lo necesario, muchísimo más de lo que es cortés. Me hice la despistada para no saludarlo, pero enseguida se unió a nuestro grupo y no tardó nada en tirarme los tejos y hacerme proposiciones para comer juntos entre miradas que prefiero no catalogar. Aunque no le di señales de reciprocidad, al contrario, lo rechacé, siguió insistiendo e insistiendo, aun más cuando mis compañeras se separaron del grupo (capullas).

viernes, 30 de agosto de 2019

Un año de incertidumbre

Comencé a escribir esta entrada día y medio antes de las vacaciones. No veía el momento de que llegaran. Siempre es igual: las mismas ansias, el mismo cansancio, el mismo calor que me hace desfallecer y perder fuerzas. Año a año lo siento peor. Será la edad que me hace más gruñona, más intolerante y a mis compañeras más insoportables.

Turning Torso Building, Malmo (Sweden)
Turning Torso, de Bert Kaufmann
El curso pasado fue muy intenso, más que el anterior, aunque ya estábamos juntas las tres. El espacio se redujo a menos de la mitad, las quejas entraban por uno de mis oídos, salían por el otro, pero en vez de perderse en el espacio, rebotaban en la pared y volvían a entrar. Así una y otra vez hasta que al fin llegaba la hora de salida y podía desconectar. Ahora, en este inicio de curso no puedo evitar pensar, aunque lo intento, en que quizás todo eso desaparezca en un año. Es muy probable que nos mudemos a un nuevo edificio y, aunque no estoy a gusto donde trabajo, es inevitable hacer cábalas sobre el tema estrella en la empresa. Si no son Sandra y Sara Pestes, son las de la clase de inglés, las chicas de la limpieza hambrientas de información o alguien a quien acabas de conocer y quiere romper el hielo: ¿sabes si te quedas aquí?, ¿te toca mudarte?, ¿te toca ir a la torre? 

sábado, 10 de agosto de 2019

Lo que me inspira la música (12): Mojito





Me sirvo un mojito.

Agosto. Sábado noche. Estoy sola en casa, se oye música de las terrazas de la calle y he pensado por qué no podría pasar yo también un buen rato, quizás emborracharme por una vez, aun en soledad.

Mojito.

Abro mi diario y comienzo a escribir compulsivamente. Mientras la tinta del bolígrafo llega a las últimas pienso que es una costumbre trasnochada que no puedo dejar. No sé si alguien más seguirá gastando hojas de papel, pero a mí me relaja, mi mente funciona a mil por unos segundos para luego descansar. Descansar.

Cierro los ojos, respiro hondo, hasta me olvido del mojito...

viernes, 12 de julio de 2019

Pegadas como lapas


Transporting a 600-ton Magnet
Este imán de 600 toneladas se queda pequeño al lado del mío del desahogo.
Desde hace unas semanas mi imán del desahogo está activado a la máxima potencia. Esto produce un efecto muy curioso porque en las épocas en las que atraigo a más personas y personajes con deseos desesperados de contarme su vida, a mí, a una desconocida, más les cuesta a las personas como Diego o Nino decirme un simple hola.

En los últimos meses se han mudado al edificio dos nuevas compañeras que se me han pegado como lapas: una de ellas, Bricomanitas, en recepción y la otra, doña Musletes, en el equipo de limpieza.

La recepcionista es bastante maja, pero casi desde el primer día me ha ido contando los encontronazos que tiene con su jefa. Se puede tener una conversación con ella casi siempre, pero es inevitable que tarde o temprano regrese a sus problemas laborales. Entiendo que es lo que le preocupa y le atormenta en este momento, pero no soy su amiga y no sé por qué ha empezado a hablarme tan mal de su jefa y de sus compañeras de departamento cuando aún no tenemos suficiente confianza.

miércoles, 3 de julio de 2019

Si me dices hola


Una persona en un patio de butacas
Desierto / Deserted, de Hernán Piñera
Acudí sin ganas después de caminar un par de manzanas bajo el sol achicharrante, el aire caliente revolviéndome el pelo. No tenía ganas de socializar, ese era el principal punto en contra, aunque el tema me fascinaba: la obra de Velázquez, mi pintor favorito desde que me enamoré de Las meninas en un posavasos de mi abuela. Primera parada: saludar a mis compañeras de control y registrar mi asistencia. Entré en la sala de conferencias, segunda parada: Ángela, mi anterior jefa. Luego la directora de Recursos Humanos. A continuación, el Defensor. Con él intercambié una pequeña conversación sobre nuestra pasión común por Velázquez recién conocida en el otro. Y me fui al fin a buscar un sitio.

La sala estaba medio vacía. Me dirigí directamente a la última fila. Primero me senté en una butaca de pasillo, pero una columna me quitaba visión y me cambié al centro. Como pasaban un par de minutos de la hora y aquello no tenía visos de empezar, saqué mi cuaderno y comencé a escribir. De pronto noté una presencia a mi lado, alguien del que no había percibido su llegada. Miré de reojo y allí estaba Diego. Casi toda la sala para él y había decidido sentarse a solo dos butacas de mí, en silencio, como siempre, aunque lo único que tenía que salir de su boca era un hola.

jueves, 20 de junio de 2019

¿Qué recibo a cambio?

Birrete. Mortarboard
Senior Pictures – Tradon, de Kerri Polizzi
Hace unos cuantos años ya, Sandra comenzó su cruzada personal para conseguir que la empresa le financiara un máster en una universidad top con la que tiene acuerdo. Antes de otorgar la pasta, hace firmar un contrato al empleado o empleada para que no se largue en dos años y ganar un puñadito de personas masterizadas de las que presumir. Normalmente la gente acepta para conseguir un ascenso, además de una subida de sueldo (no siempre sustanciosa), un buen puñado de horas extras no pagadas y la atadura casi permanente al teléfono durante el tiempo libre, con o sin necesidad. Lo último no lo desean, pero va en el saco. En otras empresas probablemente la situación sea similar, sin embargo, la mayoría se va pasados esos dos años.

En el caso de Sandra, ella dice que Ángela (nuestra jefa anterior) se lo puso como condición para hacerle un contrato de cuarenta horas semanales porque su máster en una universidad mediocre no era válido. Aquí empezaron las mentiras. Cuando a mí me contrataron, no tenía un máster, ¿de cuántas horas es mi contrato? El noventa por ciento de secretarias y administrativas no tienen máster, ¿de cuántas horas es su jornada? La mayoría de comerciales e informáticos no tienen máster, ¿cuántas horas a la semana trabajan? Ella lo que quiere es un puestazo, pero le da vergüenza reconocerlo. Los motivos darían para otra entrada, muy compleja además, porque antes tendría que separar las mentiras de la verdad y eso me produce dolor de cabeza en este momento. Así que hoy voy a seguir con la historia diciendo que alentada por conseguir las cuarenta horas, más dinero y un cargo, pero también unas condiciones que no quiere, empezó el periplo para que la admitieran en algún sitio.

viernes, 31 de mayo de 2019

Atrapada en soledad

Mujer de espaldas bajando escalera
Sin título, de Odwalker

Un zulo con ventana. Un pedazo de cristal que a algunos les sirve para alegrarse la vista y dejar volar la imaginación y a otras les provoca asfixia, como si estuvieran en una jaula de cristal que se hace más pequeña cada día. El aire cargado de negatividad emocional, charlas imbéciles. Los auriculares en los oídos, bien apretados, para aislarse de ese ambiente de malas vibraciones y comentarios venenosos. Imposible. El zulo facilita las imposiciones sociales y el asco.

Un edificio enorme, un hormiguero. Encuentros fortuitos con sus compañeros, charlas triviales, frívolas, que no alimentan. A su alrededor las visitas, llenándolo todo de ruido, malos olores y basura mientras ella intenta buscar su hueco, retorciéndose para encajar. O quizás solo se retuerce porque el lugar que tiene asignado no se adapta a ella y busca un poco de comodidad. No la encuentra ni en el zulo, ni en los pasillos, ni durante el rato en el baño cuando se encierra a meditar. Toc toc toc. Toc toc toc. TOC. TOC. TOC.

El edificio se vacía de pronto. Nada de visitas. Solo compañeros que la buscan para charlar mientras ella recorre los pasillos atenta a los ruidos y a las voces, a veces susurrantes, para escaquearse. Gente maja que necesita ser escuchada. Gente agradable que cuenta cosas que no le interesan, que buscan ser sus amigos porque se encuentran a gusto con su compañía. Pero, ¿qué pasa con ella? ¿La escuchan o la interrumpen? ¿Le importa a alguien lo que necesita?

Días que pasan lentamente. Reuniones infumables a las que no debería acudir porque no pinta nada. Montones de papeles que sacar adelante con falta de concentración. Llamadas indeseadas e innecesarias. Compañeras que acuden a ella justo cuando va a salir. Mira el reloj. Repasa la jornada. Más gente que nunca. El hueco interior agrandándose. Finalmente sale atrapada en soledad.

viernes, 17 de mayo de 2019

De versión en versión (1): El perfil de Mike

Compañeros de trabajo cotilleando
Advice, de Eric Molinsky para CALI Lesson
Dorotea:

Mike es calvo, flaco, tiene los ojos marrones y usa gafas de metal gris. Nos conocimos cuando vino a su entrevista, supongo que no se acordará. Diría que se acerca a los cuarenta, aunque probablemente la calvicie lo haga parecer mayor. Es callado pero simpático, tiene una voz suave y su risa es contagiosa. Habla inglés con acento americano porque su padre es de Estados Unidos, su madre española. Tiene su puesto de trabajo en la última planta y las dos veces que subí desde que llegó, vi un libro sobre su mesa. De vez en cuando nos encontramos en la cocina y charlamos un rato.

Cuando supimos de su llegada, a mis compañeras les alegró muchísimo. Creo que eran sinceras porque escondían un pensamiento malévolo: lo imaginaban como su secretario y no el de nuestra jefa y eso hacía que echaran las cuentas de la lechera y los números les cuadraran. Sin embargo, mi jefa les paró los pies, lo acaparó y se les rompió el cántaro. Sandra pudo pegar los añicos, Sara Pestes, más bruta, no pudo hacer nada con el suyo. Y Mike, aunque colabora con ellas en algunas cosas, se dedica sobre todo a proyectos de Diana. Lo que a mí me parece lógico, a la Pestes la enerva y Sandra lo va llevando porque de vez en cuando le pide ayuda delicadamente con alguna tarea, pero está a la defensiva y aún no sé por qué (en realidad sí, pero no tengo pruebas).