viernes, 24 de marzo de 2023

La despedida (5): Trabajamos en Manderley

Going, Going, Almost Gone... (meg_nicol)
No sé si hace falta que explique quién es Rebecca de Winter, pero por si acaso, allá voy, solo las líneas justas para que mi referencia en el título se entienda. La protagonista de la historia, una mujer joven e inocente, se casa con un viudo, el marido de la difunta Rebecca. Cuando llega a la casa, Manderley, se encuentra con la presencia fantasmal y permanente de la primera señora De Winter que la asfixia durante toda la película (no he leído el libro, así que desconozco las diferencias que pueda haber respecto a esa situación).

En la oficina tenemos a nuestra propia Rebecca, aunque como es una persona viva no necesita ayuda para ejercer el acoso. Mantuvo un perfil bajo durante el último mes y medio, pero la jefa saliente ha vuelto por los fueros. No está, pero su presencia, como la de Rebecca, lo invade todo. Sigue gestionando a escondidas, en secreto y en silencio. Apenas contacta con nosotras, pero sí contacta con otras que luego nos lo chivan, siempre por casualidad. Claramente está en plan manipulador y quiere seguir influyendo en su antiguo entorno sin estar.

martes, 14 de marzo de 2023

El spoofing pasó el filtro

Foto con licencia Pixabay

Hace unos meses comenzaron a llegarme emails spoofing a la cuenta del trabajo. La novedad esta vez era que la remitente era una vieja amiga con la que hace años que no tengo contacto. Su apellido escrito con símbolos raros porque contiene esa letra peculiar del castellano llamada eñe traía problemas.

Aunque el nombre del remite se repite, la dirección de correo nunca es la misma. A veces el ID está formado por un nombre que podría ser real, otras veces se trata de una serie de letras y números. En el dominio me encuentro de todo, desde gmail a una universidad brasileña. Al principio era la única destinataria, en los últimos hay varios remitentes en copia. Son nombres normales, de hecho, si los busco en Google poniendo el nombre de mi ciudad, sale gente real, probablemente contactos de mi amiga, igual que yo.

viernes, 3 de marzo de 2023

Las obras interminables

Scaffold, de Matthew Buchanan

Llevamos algo más de un año con obras en el edificio y como me ha tocado cambiarme de sitio me da la impresión de que las he aguantado todas.

Cuando estaba en la cuarta planta empezó la obra radical del quinto. Abajo tabiques, fuera baños, adiós suelos… Hola taladros, radiales y martillos. Unos seis meses. Seguían con ella cuando me mudé a la Sala de Control. Y lo hice por otra obra. Esta la aguanté menos porque estaba en los bajos fondos del edificio, pero sufrí las consecuencias del cierre de esas dos plantas. No había cocina donde fregar, ni microondas donde calentar, ni impresora.

Después de eso tuvimos un par de meses bastante tranquilos, aunque con obras menores en algunas plantas, como cambios de puertas y de aire acondicionado. Sin embargo, llegó el año nuevo y todo se intensificó otra vez. Primero con una obra en la primera planta, justo sobre nosotras. Luego con el lavado de cara del edificio.

viernes, 3 de febrero de 2023

La despedida (4): La reunión

Si esta entrada se titula la despedida y se subtitula la reunión es porque Diana, la jefa saliente, aún sigue aquí.

La situación se ha torcido aun más desde la última entrada que escribí sobre ella. En aquel momento solo molestaba a Sandra, ahora también incordia a Mike y a Violeta. De hecho, ha empezado a organizar con ella un evento para septiembre. WTF! Sí, eso.

Pasaba el tiempo y a alguien de fuera podría parecerle que me libraba de sus garras. Yo sabía que no, las tiene extensibles al estilo de Elastic Girl. Y me atrapó. Me escribió para convocarme a una reunión de un día para otro. Me preguntó la hora de mi clase de inglés para parecer amable (nunca le han importado mis clases), pero la puso justo antes de manera que si se alargaba un poco llegaría tarde o no podría ir, de hecho, llegué tarde. Pero ya no soy yo, a la que nunca ha tenido en cuenta, sino las otras dos personas a las que convocó. Siempre dice que no podemos molestar a las manzanas, pero ella no les tiene ningún respeto porque no se convoca a nadie a una reunión de este tipo sin dar opción a escoger fecha. No sé por qué lo menciono si no es novedad.

Ella iba a usar esta reunión con dos propósitos. El primero, enseñarle a Carmina, la jefa entrante, el funcionamiento de esas reuniones, la información que se da y lo que se pide, también los emails que se mandan al terminar. El segundo, dejarlo todo organizado a su manera. De enseñar nada, por supuesto, como si quisiera que su sustituta la cague por no tener ni idea de cómo hacer las cosas para ella quedar bien. 

Antes de entrar tenía que haber hecho con la nueva lo que yo hice con ella: decirle qué datos proporcionar, explicar el proceso, no hacer promesas, ni dar información que no esté en la presentación y, por supuesto, no inventar nada. Siempre inventa, pero lo de esta última reunión fue especial, debió de querer despedirse a lo grande. Lo malo es que normalmente cuando inventa, de alguna manera hace falsas promesas porque la gente cree que va a sacar más beneficios de los que realmente va a obtener. Y luego me veo en la delicada posición de corregirla cuando empiezo a trabajar con la gente. Ayer me dieron ganas de abandonar. Si no puse la excusa de la mala conexión fue por la jefa nueva.

Se suponía que después de ese encuentro, íbamos a quedarnos ella y yo con Carmina para mostrarle lo que le tenía que haber enseñado antes, también la lista de gente que está involucrada en proyectos abiertos y cómo podemos organizarnos. No hubo tal reunión. Quisiera decir que ojalá lo hubieran hecho, aunque fuera sin mí, para que haya quedado ya finiquitado. Me gustaría enseñarle yo misma cómo funciona todo, cómo me organizado, cómo es mi día a día. Y probablemente tenga que hacerlo, pero también es probable que esta señora nos vuelva a convocar en vez de quedarse en su casa a plantar margaritas. Sinceramente: pobre jardín.

miércoles, 25 de enero de 2023

El (audio)libro

Spare Barnes & Noble, de Phillip Pessar

Hace unos días salió a la venta el libro biográfico del príncipe Enrique de Inglaterra. Todo lo que rodea a este libro es polémico. Desde que Harry pidió su salida de la familia real (creo que fue esto lo que sucedió, pero para más fiabilidad, mejor acudid a otras fuentes), haciendo ruido y despotricando, cada paso que dio salió a la palestra: que si las denuncias de racismo, que si la entrevista con Oprah, que si el puesto asignado en el funeral de la reina Isabel… Salió pataleando, pero queriendo quedarse con los privilegios. Y con los privilegios a lo grande que tiene su familia, todo lo demás se hace a lo grande también, ya sean discusiones o airear los trapos sucios en público.

No me va mucho estar pendiente de cotilleos y prensa rosa, ni siquiera de la gente que me gusta por su trabajo. Pero hay ciertas noticias que llegan sin buscarlas y sin quererlas, están en todas partes: en las noticias serias, en redes sociales, en la boca de las personas a mi alrededor. Este tema de Harry y Megan está hasta en la sopa desde que se anunció su compromiso, pero además, desde que estoy en la sala de control, tengo una fuente que me informa aunque no quiera, aunque le ponga cara de asco, aunque la deje colgada con la palabra en la boca: Sandra. ¡Cómo no!

miércoles, 11 de enero de 2023

La despedida (3): el adiós que no llega

Señoras, señores:

La jefa saliente sigue aquí.

Queen Victoria wearing headset
wr nt lol, de Danny Ayers

No es que esté disponible por si tenemos alguna pregunta que hacerle, para atar cabos sueltos o para dar apoyo moral. No. Está conectada activamente en horario de oficina gestionando de manera independiente a espaldas de la jefa nueva, tomando decisiones que ya no son suyas, ocultando información y monopolizando a Sandra. Suponemos, aunque no sabemos con certeza, que lo hace con el beneplácito del superjefe, que si para mí ya estaba caído del pedestal, ahora está hundiéndose en el subsuelo por permitirle que siga amargándonos la vida.

El día antes de irnos de vacaciones me llamó para que subiera a su despacho prestado. Me dio una tarjeta regalo para unos grandes almacenes españoles de cierto renombre. La verdad es que siempre fue generosa. Que yo sepa, también les dio una a la Rotten, a Mike y a Pablo. Me pareció raro que Sandra no me comentara nada al respecto. Como no la vi salir en ningún momento de nuestra sala de control, preferí ser discreta y no mencionarle nada. Ya está bastante mosqueada porque no le han dado la gratificación de fin de año que nos han dado a los demás en el equipo como para que le diga que esta mujer, con lo que la exprime, la ha dejado sin regalo de despedida. Por mi parte, no sé qué haré con ese dinero. Sabéis que no sería la primera vez que tiro un regalo suyo, pero es que es pasta, así que algo me compraré… o algo le compraré a alguien.

jueves, 22 de diciembre de 2022

La despedida (2): El evento oficial y los desaires

Hojas de un libro arrugadas

Old dictionary paper curls, de Narisa

Hay gente que tiene amigos en el trabajo. Van juntos a tomar café a media mañana, comen juntos a menudo, se llaman continuamente para consultarse temas laborales y otras cosas, se dan apoyo mutuo en caso de tener una persona subordinada conflictiva y, podría pensarse que, en caso de una celebración, si a una de esas personas le toca organizar algo para la otra, podría querer hacerle algo bonito y un poquito más especial que a los demás por ser su amiga, y se implicaría personalmente.

Hace unas semanas Sandra coincidió con Ángela, nuestra antigua jefa y amiga íntima de Diana. Sandra, que no puede ser más pánfila, cometió el error de preguntarle si iban a preparar algo para la despedida de Diana, nuestra jefa saliente. Ángela dijo que sí, pero viendo cómo se desarrollaron las cosas después, creo que lo decidió en ese mismo momento. No quedaba mucho tiempo para fin de año y aún no tenían ni fecha, ni espacio, ni lista de invitados.

Dije que Sandra cometió un error porque Ángela se tomó aquella pregunta como una oferta para colaborar. Que ya hay que tener imaginación para hacer esa deducción, pero es lo que pasa con la gente con morro. A partir de ese día empezó a acosar a Sandra para que le dijera nombres de compañeros con los que Diana se llevaba bien para invitarlos, como si ella fuera una desconocida en vez de su amiga íntima. Le endosó la tarea de decidir (ay, que me muero de la risa, decidir) qué tipo de libro de firmas regalarle: con fotos, sin fotos, escrito a mano o a ordenador, una libreta (¡una libreta!), un puñado de hojas encuadernadas (no comment)… Sandra tuvo que gestionar el pedido y conseguir las firmas en una empresa que está totalmente descentralizada porque la otra se lavó las manos.

Por supuesto, Sandra me preguntó mi opinión para cada opción que consideraba. Incluso me preguntó de quién era amiga Diana. Por favor, que no me haga reír, lo que yo tengo es la lista de la gente que la odia, y no la puedo pasar así como así. Esa sí sería una buena fiesta, todos celebrando y emborrachándonos porque al fin se larga. Llegué a detestar tanto el tema que, cuando llegó el libro de firmas, estuve a punto de tirarlo al asfalto. Y creo que debí hacerlo porque entonces Sandra se empezó a volver loca con conseguir que nuestros compañeros firmaran. Por supuesto, no hizo caso de mi sugerencia de escribir un email a la gente para que viniera a firmar a su sitio y cuando llegó el día, solo tenía media docena de firmas. Pero claro, es por estas cosas por las que a ella la han ascendido y yo sigo donde estoy, porque ella sabe pensar en la dirección correcta y decide sin dudar, con confianza.

Ya solo faltaban la sala y el catering. Ángela escogió como fecha para el sarao el día en que Diana iba a asistir a su última reunión con los jefes de grupo, así que se empeñó en que el lugar de celebración fuera en el mismo edificio. El problema es que no se puede comer y beber en todas las estancias. En ese edificio, por ejemplo, solo se puede poner catering en una estancia en el sótano (¡el sótano!), con una capacidad para veinticinco personas. Rechazó varias sugerencias de Mike, que habría podido conseguir otras salas bonitas, luminosas, aireadas y con espacio suficiente para que no nos morreáramos al meternos un canapé en la boca. Ángela dijo que no a todo como si el evento fuera para un orco y no para su amiga del alma.

Así que allá fuimos, al sótano, como quien va a las mazmorras. Apretados, con un calor insoportable (imagino que la caldera andaba por allí cerca), aunque al menos teníamos todas las bebidas que quisiéramos para capear la temperatura y el aburrimiento de esperar a que terminara la reunión.

La Rotten no quiso perdérselo, pero se negó a entrar en la habitación con la excusa de que tenía moqueta (mentira, era puro plástico) y pretendía que yo estuviera pendiente de ella. Lo que faltaba. Y estuvo a punto de joder la sorpresa porque se quedó en un descansillo por donde tenía que pasar la comitiva. No le va bien si no destaca.

Una mano y una pierna con pantis a rayas verdes y blancas, yacen bajo una silla. Al lado una botella de whisky vacía.
Toasted, de Apionid

Puedo decir que, a pesar de la temperatura alta, los apretujones y los agobios, salió bien.  Comida y bebida abundante (porque lo encargó Mike, pero al menos la jefa cutre dio el visto bueno), Sandra pudo conseguir algunas firmas para su libro, a mí me salió un ligue y encontré a gente a la que hacía siglos que no veía. Mike, Pablo, Sandra y yo casi cerramos el cotarro y los del catering me prepararon un tupper con cositas que sobraron, aunque yo solo les había pedido la tortilla.

Y diréis. ¿Y los desaires? ¿Dónde están los desaires si todo salió tan bien?

Cuando Diana entró en la sala y se encontró con todos nosotros aplaudiendo fue muy emocionante, se le saltaron las lágrimas y todos acabamos llorando por contagio (yo de alegría, otros a saber por qué). Entonces soltó un pequeño discurso, tan rebuscado que tengo la teoría de que lo tenía preparado. Estoy segura de que imaginó que le harían algo así en sus noches sin dormir y lo practicó hasta gastar la almohada para que pareciera natural.

Les agradeció a los jefes de grupo su apoyo durante todo este tiempo, un rollazo en el que no tuvo la decencia de dedicar ni un simple gracias a las personas que conformábamos su equipo, que la apoyamos de verdad en el día a día, le ayudamos en todo, le aguantamos su tiranía y sus locuras. Sé que no tendrá una palabra dedicada para mí, pero no era yo, éramos el grupo del que presumía siempre con tanto énfasis que claramente estaba tapando algo. Era Sandra, a la que esclavizó hasta sacarle la última gota de sangre. Era Mike, al que le habría hecho lo mismo si se hubiera dejado. Todas y cada una de nosotras al final la soportamos y le facilitamos las cosas, aunque no nos cayera bien.

Tampoco abrió el regalo. Sandra se lo dio dos veces. La primera quizás no era el momento, todavía estaba abrumada, agobiada por estar todo el mundo a su alrededor. La segunda, soy testigo, se fue por la tangente colgándose la bolsa de la muñeca y cambiando de tema. Aún estamos esperando las gracias por ese detalle cuya búsqueda casi me desquicia. Si lo pienso, no podía irse de otra manera: fastidiando a la gente.

viernes, 16 de diciembre de 2022

La despedida (1): La elección del regalo y los números rojos

Colgante calavera
Este es el que yo compraría
(Ilust.: FreeFunArt)
Quizás, si lleváis algún tiempo visitando estas páginas, recordéis la entrada Primera persona del plural sobre la incapacidad de Sandra para hacer cosas sola que, en su caso, está íntimamente ligada a su incapacidad para tomar decisiones. Sigue en las mismas, pero hay algo más fuerte en su personalidad que se impone a la imposibilidad de decidir: cumplir y quedar bien. En esos momentos se pone a tomar decisiones como una loca. 

Cuando nuestra jefa, Diana, anunció que se jubilaba, Sandra empezó la campaña para comprarle un regalo. Llevamos muchos años juntas, la conozco mejor que a la mayoría de mis amigas más íntimas, así que desde un principio sabía que me iba a pedir ayuda igual que sabía que no pensaba involucrarme salvo en lo esencial porque esa serpiente venenosa no se merece ni agua.

Todo este asunto me ponía del mal humor. Comenzó con un presupuesto que aumentó gracias a una trampa. Nos sugirió diez euros para el regalo y cinco para unos pinchos, pero cuando RRHH anunció que se haría un pequeño acto oficial, siguió contando con quince euros por cabeza sin consultar y eso no me gustó. Aportando diez euros conseguiríamos una cantidad suficiente para un buen regalo. Cuando le di mi parte le advertí (amenacé) que no pensaba poner ni un céntimo más. No es que yo sea cutre, lo que pasa es que a Sandra no le han cortado la luz más de una vez por llevar bien las cuentas.

viernes, 2 de diciembre de 2022

El éxito laboral

Euro (Christopher Lotito)
Hace unos meses quedé con Paula para tomar un café. No coincidimos muy a menudo, así que el tiempo que nos vemos no llega a nada, para ponernos al día rápidamente y poco más. En ese café, mientras le contaba en qué andaba metida con mis manzanas (y ella es una de ellas) me preguntó si no me gustaría serlo también, que por cómo hemos trabajado, cree que se me daría bien. Unas semanas más tarde, Sandra me dijo que yo sería una buena manzana porque puede no gustarme hablar en público, pero lo disimulo lo suficiente para que no se me note y, además, lo hago bien. Me quedé un poco perpleja porque no haría ese trabajo ni por todo el dinero del mundo, pero ellas tienen una percepción de mí completamente diferente a la que tengo sobre mí misma.

Estamos en un mundo bastante centrado en los ascensos y en el éxito laboral, al menos en ciertos entornos. Es frecuente que se premie a los empleados subiéndolos de peldaño: un cambio de título, un buen montón de responsabilidades, aunque no siempre una subida de sueldo (que se lo digan a Sandra). Nuevos puestos en los que la gente no rinde de la misma manera aunque esté preparada porque nadie se ha parado a pensar que esa persona era buena en su trabajo porque le gustaba, se le daba bien o se sentía cómoda, pero no le gustan las nuevas tareas, o detesta hablar en público o quizás lo suyo no es gestionar a los que antes eran sus compañeros.

lunes, 21 de noviembre de 2022

Adiós a Dorotea en Twitter

Dorotea Hyde nació el 13 de julio de 2012. Fue ese día cuando empezó a tuitear sobre las conversaciones telefónicas de mi compañera de zulo, la Lolas. Aquello se me quedó pequeño y por eso, un año y un poquito después, el 19 de noviembre de 2013, se estrenó en este blog con una entrada titulada Pastelitos y agua. Nueve años justos desde entonces. Nueve años de entradas más o menos continuadas, momentos en los que llegué a pensar que el blog ya no tenía sentido, como cuando Mr. Lolas dejó de trabajar; también algunas crisis del papel en blanco; amores, desamores y calabazas; algún que otro cuento, incluida una incursión en el género erótico; una pandemia (madre mía, ¡una pandemia!) que me llevó al encierro y casi a la locura; una jefa maltratadora y una crisis personal que me empujó a un periodo sin escribir y a pensar que quizás ya no volvería; incluso un par de trolls.