Hoy me han echado una bronca del copón. Hacía como cuatro o
cinco años que no pasaba y lo más gracioso de todo es que no me la ha echado
ninguno de mis jefes sino la directora del registro. Gracias a esta incidencia
he descubierto que esta es otra
de esas con una personalidad diminuta y que se ha cebado conmigo porque
puede. Sin ser mi jefa directa, tiene una posición superior a la mía. No sé si
ha dormido mal, si su marido le ha negado un polvo, si sospecha que su mujer la
engaña o acaba de descubrir que su hijo fuma porros. El caso es que la excusa
para ponerse como un basilisco era muy pequeña. Ni siquiera ha debido
molestarse por algo que es su trabajo, pero como en muchas otras empresas, en
la mía la ley que lo rige casi todo es la Ley del Escaqueo.
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viernes, 2 de diciembre de 2016
viernes, 18 de noviembre de 2016
No soy Jane Doe, mi nombre es Dorotea Hyde.
"Hoy en día todo trabajador de empresa es marketing e imagen de la misma" #18jgi
— Julián Marquina (@JulianMarquina) 10 de noviembre de 2016
Cuando llegué a esta empresa me llamó la atención que no
todos los despachos estaban identificados. Los que no tenían el nombre de su
ocupante junto a la puerta eran en muchas ocasiones un gran misterio. Puertas
cerradas que, según mi volátil imaginación, ocultaban negocios ilícitos,
espionajes industriales, personajes inventados, polvos furtivos… La realidad es
que esas personas eran “nadie”.
viernes, 14 de octubre de 2016
La boda de Violeta
ca_20150210_008, de Costică Acsinte Archive |
Violeta se ha casado. Estaba tan desesperada que se
presentaba diciendo hola, soy Violeta y quiero casarme y tener hijos porque se
me va a pasar el arroz, como si estuviera en una sesión de alcohólicos anónimos.
Le da igual ser buena en algo, esa era su única meta en la vida. Cosas
educacionales. Después de mucho insistirle a su novio, con el que está
desde hace once años y convive desde hace unos cinco, el muchachín se
arrodilló, sacó un anillo y, entre lágrimas (de ella), le pidió que fuera su
esposa. El sábado pasado cumplió parte de su sueño. Celebraron la boda civil, únicamente
“para la familia”, luego los invitaron a un banquete con tarta nupcial. Ella
con vestido blanco, sencillo pero con cola. Será el verano que viene cuando
celebren la boda religiosa en el país de Violeta y se ponga “vestido de
princesa”, organice una boda de cuento de hadas con miles de flores y un fotógrafo
de verdad.
viernes, 30 de septiembre de 2016
La quinta semana
Quinta semana de trabajo. Me ha costado un mundo encontrar
algo sobre lo que escribir. Al tema de la
entrada anterior le di muchas vueltas, pero era algo de mi vida privada.
Hasta que Sandra no me enseñó las fotos de su fiesta de cumpleaños, no tenía
ningún elemento para relacionarlo con la ofi y publicarlo. Y de pronto, los
acontecimientos se acumulan.
Man in the machine, de torbakhopper |
Primero Violeta, la secretaria del super jefe, nos envía un
email invitación para su despedida de soltera. Unas cañas al salir de trabajar
un viernes. Pues yo, si no es despiporre y con unos tíos en bolas, paso. Mi
clase de Pilates no la cancelo nada más que por urgencias. Sí, un tío en bolas
es una emergencia. Sé que es un topicazo, pero a mí no me espera un maromo en
casa con la cena hecha y llevando solo un delantal [Shhh, esto es secreto: a
ellas tampoco]. Lo curioso de esta invitación es que apenas la conozco. Le ayudé un
poco cuando llegó, y nos hemos tomado… ¿cuatro cafés en año y medio? Con
Ana solo ha tomado dos y también la ha invitado. Debo de ser huraña. Si me casara, no haría
despedida de soltera en el trabajo, pero en caso de hacerla, no la invitaría
porque no tengo ninguna confianza con ella. Quedamos esta mañana para un café
sustituto de las cañas. Afortunadamente tanto ella como Sandra tenían que
entregarle un trabajo a mi jefa así que fue corto a la fuerza. Lo agradecí.
Sólo le dio tiempo a enseñarnos el vestido y poco más. Nada que me interese. En
cambio Sandra y Ana hablaron más tarde por teléfono y la despellejaron al
estilo Bolton. ¡Uf!
viernes, 29 de julio de 2016
A vueltas con el destino
Yamam y yo empezamos a trabajar aquí el mismo día, los dos
en el mismo edificio, yo en el primer piso, él en el segundo. Cuando me crucé
con él la primera vez le dije hola y él me contestó hello y esa descoordinación
idiomática, marcaría nuestra no-relación el tiempo que estuvo en España.
Durante nuestros primeros cinco meses, cuando nos encontrábamos fugazmente en
la fotocopiadora o las escaleras, lo único que salía de nuestras bocas era mi
hola y su hello. Entonces, por sorpresa, en una fiesta que organizaron como
babyshower para mi jefa, se acercó a mí con una sonrisa encantadora, luchando
contra su timidez, y ¡quién lo iba a decir!, empezó a flirtear conmigo. En ese
momento no sabía dónde meterme. Tener que hablar en inglés con un hombre
encantador era demasiado para mí, eso sin saber que su intención era ligar. Ya
he comentado en otra ocasión que como
no suenen sirenas, no me entero de las proposiciones (in)decentes. No sé si
fue su sonrisa, su timidez o que al día siguiente una amiga me expuso con
claridad la realidad del asunto, pero empecé a sentir algo por él.
To know real love is to find peace, de Jamie McCaffrey
|
Aquella época no fue la mejor para mí en lo personal. Tenía
una especie de acosador que me amargó la vida durante tres años, hasta que dejé
el grupo que ambos frecuentábamos. Mi autoestima estaba minada, mi confianza en
los demás más minada todavía. No quería ni podía estar con nadie porque era
imposible para mí creer que alguien que estuviera conmigo me fuera a tratar
bien. Así que, aunque Yamam hizo sus intentos, nunca consiguió la respuesta que
deseaba. A mis problemas hay que añadir que el pobre seguía comunicándose en
inglés, yo me bloqueaba, me tiraba infusiones ardientes por encima de lo
nerviosa que me ponía y decía tonterías incompresibles que le hacían retirarse
con el rabo entre las piernas. Como veis, la
metedura de pata con el italiano buenorro no fue la primera cagada.
lunes, 4 de julio de 2016
Juego de celos
They love tricks~ Cersei & Melisandre, de Giovana Milanezi |
Escribí sobre los celos de Sandra en uno de mis primeros posts. En aquel momento estaba loquita por Mr. Lolas y me
veía como una amenaza. Incoherencias propias del ser humano las que la hacían
sentirse amenazada por mi presencia entre ella y “su” hombre, al mismo tiempo
que me despreciaba por no tener tipo de top
model y me consideraba indigna de tener pareja por sufrir sobrepeso (a mí y
a todos los gordos, no penséis que era nada personal). Una vez más pequé de
inocente y pensé que sin un machote en la sala no habría problema. No recordé
que los celosos no solo tienen ese sentimiento horrible por el objeto de sus
desvelos, también lo tienen por sus padres, sus hijos, sus amigos o,
simplemente, porque no son el centro de atención de una situación cualquiera.
lunes, 27 de junio de 2016
Viernes de resaca
Primera hora del viernes. No es dolor exactamente lo que
siento en la cabeza, es algo parecido a una presión. No llega al nivel de una
resaca, es como la sensación que me produce una noche de insomnio, pero sé que
es el exceso de alcohol el que la causa. Tampoco imaginéis que bebí tantísimo
(no pongo cantidad porque más de uno se reiría de mí, echadle imaginación).
Alcohol
+ fuego = combustión
A glass of fire, de Hugo Martins |
lunes, 23 de mayo de 2016
Necesidad de hablar
Yes please, de Allert Aalders |
martes, 19 de abril de 2016
Diario de Sandra (2): El ascensor
Lunes 18 de abril de
2016
15:37h
La mañana ha sido tranquila. Sandra estuvo seria, sin hablar
nada. La única vez que lo intentó quería pagar conmigo sus problemas y eso sí
que no. No sé qué cara debí de ponerle porque cerró el pico hasta ahora. Fui yo
la que rompí el silencio, en el fondo me da pena y sabía que la historia que
iba contarle la iba a hacer reír un poco porque nada más abrir la puerta vi que
había estado llorando en mi ausencia.
La historia es que el ascensor está estropeado, el noveno motivo para subir por las escaleras. Lo gracioso no es eso sino que
la semana pasada Pura, la vieja de la limpieza, se quedó encerrada una hora nada
más llegar al edificio, sobre las siete y media de la mañana. Ais, qué pena que
nuestro ascensor no sea como la cabina. A ella le hizo aun más gracia saber que Mari Pili también sufrió
encierro hoy. Y una hora más tarde, tres estudiantes, aunque como eran
desconocidos no nos hizo gracia a ninguna de las dos. Lo han clausurado. Me
imagino nuestras escaleras como las de The
Big Ban Theory, solo que con gente menos interesante y mucho más sosa.
lunes, 18 de abril de 2016
Diario de Sandra (1): viernes de lágrimas
Viernes 15 de abril de 2016
9:45h
Estoy hablando por teléfono con mi padre. El pobre siempre
me llama nada más llegar a la oficina para cerciorarse de que he llegado entera
y, sobre todo, de que el tridente esté sin rasguños y pegado a mi mesa, por si las
moscas cojoneras. Entra Sandra. Como estoy a punto de despedirme de él no salgo
para hablar. Sandra deja sus cosas y se va con el teléfono en la mano.
10.10h
Vuelve llorando. Si es que son tan predecibles, las pobres.
Siempre las mismas pautas de actuación. Sabía que lo del miércoles era solo el principio. Como ya no estoy hablando, y debe de
pensar que no tengo nada que hacer, me empieza a dar la brasa con un marrón que
le ha encasquetado nuestra jefa. No habría problema si no me consultara sobre
qué debería haber hecho: darle un corte a nuestra jefa o no. ¡Lo que me
faltaba! Esta tía tiene un problema y gordo. Si eres borde con tu jefa, atente
a las consecuencias, pero no impliques a nadie. Que encima será capaz de
decirle después de meter la pata me lo dijo Dorotea, con voz de zorrita.
viernes, 15 de abril de 2016
Llorar en la oficina: las mejores actuaciones estelares
Ay, madre, que han vuelto los viejos tiempos. No sé si es
que esta silla es mágica o tiene implantada tecnología futurista pero me parece
que he viajado en el tiempo y las antiguas situaciones culebrónicas han
desembarcado en el neozulo. Como decía una de las viejitas de mi familia: “Cogí
miedo, cuca”.
Easily Offended, Overly Sensitive, de lookcatalog. Ilustración de Daniella Urdinlaiz |
La semana pasada leí un artículo sobre Qué hacer cuando tu compañera* empieza a llorar.
Nada más ver el título pensé que aquello iba conmigo porque una gran parte de
mis compañeras de zulo han llorado. La primera fue Ofelia. Hablaba como una
cotorra por teléfono (la principal marca de la casa), pero curiosamente salió
para atender LA llamada. No sé qué le dijeron que empezó a llorar como una
fuente. ¡Pobres árboles del patio! Era demasiado para ellos verla en ese estado,
así que entró corriendo envuelta en mocos y lágrimas para seguir con el
espectáculo a mi lado. Preocupada, hice lo que el artículo dice que no se debe
hacer: preguntar. El corte que me metió me dejó desangrada en la moqueta: “son
asuntos de familia”. Inmediatamente llegó Mari Pili corriendo lo que sus zancos
le permitieron y casi sin respirar le preguntó lo mismo. Como premio al
esfuerzo recibió un dulce “Nada Mari, no es nada, no te preocupes”. Esa segunda
respuesta me dijo mucho más que la primera, así que cuando repitió numerito
unas semanas después no recibió el aplauso que en realidad quería. Para
conseguirlo, ¿qué hizo? Sorber muy muy fuerte por la nariz, tanto, que nos
quedamos sin polvo en la moqueta. A pesar del desagradable ruido, me mantuve en
mis trece y ni una mirada, ni una. Eso se repitió una tercera vez. Mi nivel de
paciencia estaba a nivel del núcleo terrestre (no sólo por los llantos) y la
volví a ignorar. Es más, si mi actitud la disgustaba, mejor.
viernes, 18 de marzo de 2016
Dos días
Dos días para las vacaciones. No tengo mucho lío y me aburro
un poco, pero tampoco soy capaz de terminar el libro que empecé para leer en el
rato de descanso. Muerte en Venecia,
un tostón, con todos mis respetos al señor Mann. He de reconocer que tiene un
par de párrafos que hacen que leerlo merezca la pena aunque el resto sea
infumable. Uno de ellos está ahora pegado a mi cpu. No me hace falta leerlo,
simplemente lo miro, sé lo que dice, me recuerda que no debo cometer el mismo
error dos veces. Y no, por dios, no se trata de enamorarme de un niño, eso es
asunto del señor Aschenbach. Lo mío es tan fácil de resolver como actuar en lugar de no
hacer nada.
Dos días. He cogido una nueva costumbre: hacer algo de
relajación (meditación me queda demasiado grande) a media tarde. Pero Sandra
también ha cogido una nueva costumbre: quedarse después de su hora. Y son
incompatibles. Qué curioso, ¿no? Que tenga que quedarse pero por las mañanas no
pare de darme el coñazo. Esa es una vieja costumbre que ha recuperado. Como Ana
ya no está en el mismo despacho que nosotras, me utiliza de amiga, de paño de
lágrimas, de terapeuta, de consejera. Espero que no me pregunte si tiene que ir
al baño o no porque lo va a pasar muy mal. ¡Por fin se va! Ah, no, está haciendo
el tiempo… qué triste no querer salir del trabajo porque tu destino es
una mierda de familia.
Llévame lejos... usa tu magia..., de Tonymadrid Photography |
viernes, 12 de febrero de 2016
La guerra de las cien rosas
Hace un par de semanas Sandra y Mari Pili, la recepcionista
de las mañanas, tuvieron un nuevo encontronazo. No se soportan. Tienen el mismo
tipo de relación conflictiva que la vieja de la limpieza y yo. Llegó un paquete
para Sandra y, como siempre, Mari Pili pasó de avisarla. Aprovechó que bajé a
por agua para pasarme el recado. Sandra, ni corta ni perezosa, le soltó “¿Te
sabes mi extensión, no?” cuando fue a recogerlo. La otra le replicó y Sandra le
volvió a repetir la pregunta.
En ninguna guerra, al menos en las oficinescas, hay bandos
neutrales. Aunque no quieras te ves salpicada igual que cuando hay tormenta y, si no tomas partido por un bando u otro da
igual, ya se encargarán tus compañeras de incluirte en el bando que más les
convenga dependiendo de si te quieren a favor o en contra (si no te incluyen,
peor, porque van todas a por ti). En esta guerra Mari Pili me pone en el bando
de Sandra porque compartimos agujero. Si soy sincera, creo que la razón la
tiene Sandra y, aunque no voy a inmiscuirme ni loca, ellas se encargan de
ponerme en medio.
viernes, 29 de enero de 2016
Tiempo de tormenta
Rain man, de Bjørn Giesenbauer |
Sandra tiene un problemilla con su trabajo. La entiendo. Aunque
no hacemos lo mismo, no nos dedicamos a nada entretenido, estimulante o
enriquecedor. A veces tengo la sensación de estar en una especie de cadena de
montaje oficinesca de la que es difícil salir. Por eso busco cosas para hacer
fuera. Ella tiene a sus hijos, su vida fuera de aquí son ellos, pero ¿es
suficiente eso para llenar a una persona?
martes, 19 de enero de 2016
Adiós, zulo
Hay una expresión en inglés que dice No news is good news. Suelo decir algo parecido en español cuando,
en el trabajo, me preguntan por las novedades y no las hay. Si pasa algo
suelen ser marrones, bajadas de sueldo, viejas de la limpieza que se
extralimitan o encuentros en la cuarta o quinta fases con extraterrestres que nunca han salido de la
Tierra. Para mi alter ego real es una porquería, para el blog es una maravilla porque
se nutre de todo lo que sufro. A veces pasan cosas positivas y, de hecho, como excepción, voy a hablar de una ellas.
Redoble de tambores y un par de cañonazos, por favor:
¡ME CAMBIAN DE DESPACHO!
Blu, de Conan |
viernes, 13 de noviembre de 2015
Las cotorras frívolas
Mis compañeras llevan dos semanas que no callan. No puedo concentrarme,
no puedo trabajar. He tenido que hacer unas búsquedas de información, leerme
unos cuantos artículos del BOE. Me llevó como cuatro días lo que tenía que
haber hecho en uno. Tampoco podía desahogarme en mi cuenta de Twitter porque si
Sandra se pone de lado ve mi pantalla. Y se pasa todo el día de lado para
hablar con Ana. Escribir un post queda descartado por el mismo motivo. ¿Qué
hacer? Comerme los mocos. Así que he estado dos semanas sin hacer prácticamente
nada de curro, intentándolo pero sin avanzar. Ha sido como volver a los tiempos
de la Lolas pero sin sacar el cabreo a la red.
Trabajando duro, de Dorotea Hyde. |
Los importantes temas en los que emplean toda la mañana son:
el divorcio de Gwen Stefani; las Kardashian, ya sea su culo o su dinero; un
trabajito de diseño que Ana le está haciendo a Sandra; otros cotilleos, sobre
todo cotilleos, aderezados con recetas de lasaña, planes para ir de compras en
horario laboral y las carcajadas de siempre viendo vídeos. Sí, las carcajadas han
vuelto. De vez en cuando se les una la Arpía, que ha perdido el móvil y viene a
informar puntualmente de su cero avance en la búsqueda. Y la semana pasada
tuvimos que aguantar las gestiones telefónicas de Sandra poniendo en alquiler
su piso. De nueve a tres deben de estar calladas una hora discontinua.
Por esto y por otras cosas me siento una perfecta inútil. La
desmotivación reina en mi día a día aquí. Lo único que me mueve es saber que
esto paga mis clases de inglés en las que me lo paso genial y que cuando salgo
tengo un par de proyectos de lo que realmente me gusta esperándome. No sé si lo
hago bien o mal, pero al menos disfruto. En fin, que tampoco se puede esperar
mucho de un sitio en el que la señora de la limpieza habla por teléfono desde
la recepción (véase foto).
viernes, 23 de octubre de 2015
Soy una cotilla: la invasión de los despachos
Prank, de Petrr |
Voy a cotillear por el simple placer de hacerlo. Jekyll no es cotilla por naturaleza. Le gusta comentar cosas cuando vienen al caso, pero no va recorriendo las metas volantes a ver si le dan más puntos que a nadie por llegar primera con la noticia. A mí en cambio, me gusta bastante despotricar en este blog. Todo sea por que la salud mental de Jekyll se mantenga intacta.
Hoy pillaron a Sandra en una travesura. A principios de año murió su padre. Algo pasó en ese viaje porque, desde su regreso, empezó a salir a mediodía para hablar por teléfono. Ha hablado de todo en el zulo, quizás no tanto como la Lolas, tampoco conversaciones subidas de tono como ella, pero sí temas que debería dejar zanjados en su casa, incluido el pago de la luz para no quedarse sin calefacción en invierno. Al principio pensaba que subía al despacho de nuestra jefa, hasta que me fijé en algunos detalles que poco a poco dejó de esconder. El primero, la frecuencia. No era normal que subiera todos los días en la hora de la comida y además estuviera fuera tanto tiempo. No llevaba la libreta de notas, iba con el teléfono en la mano y los auriculares puestos y subía incluso el miércoles, el día que nuestra jefa iba al gimnasio. Cuando tuve claro que se iba a cotorrear me llamó la atención que no saliera con el abrigo puesto. Estábamos en febrero y ella no sale sin chaqueta ni con cuarenta grados. Entonces, ¿dónde se metía?
jueves, 17 de septiembre de 2015
Lo que me inspira la música (3): Corre, corre
Baja corriendo las escaleras del trabajo para no llegar
tarde a la reunión. La acompaña una canción que desde el fin de semana no sale
de su cabeza. Corre, corre…
Llega tarde. Tener clase de gimnasia justo después de comer es
lo peor, ¿a quién se le ocurrió esa idea? Pero hoy es distinto: el profesor en
prácticas está buenísimo y, sobre todo, es mucho mejor que su profesora de
siempre. Así que corre, corre para no entrar cuando los demás ya estén dando
vueltas al gimnasio. Atraviesa lo más veloz que puede el ala derecha del
edificio. Al fondo del pasillo oscuridad. ¡Bien! La gente todavía está en la
puerta y no deja pasar la luz.
martes, 15 de septiembre de 2015
¿Cuándo es agradable trabajar aquí?
Va siendo hora de que retome el blog. El descanso que me he
tomado en vacaciones se está alargando demasiado. He perdido la costumbre y no
siento necesidad de abrir la página en blanco, enfrentarme a ella y además
escribir algo ingenioso (o algo que intenta serlo).
Las tres semanas que llevamos han sido tranquilas, pero han
pasado cosas. Para empezar, la Rotten sigue con su frenesí pulguero. Pensábamos
que a la vuelta estaría un poco mejor, qué inocentes. La buena noticia es que
no puede venir a vernos porque tenemos moqueta. La mala es que está en manos de
un médico sectario que la va a llevar a un destino que no quiero ni imaginar.
Sigue casi al pie de la letra la orden de no entrar en sitios con moqueta o
sillas de oficina para cerrar el círculo vital de las pulgas. Esta orden
implica dos cosas. La primera, que ella lleva las larvas allá donde va como si
fuera un perro. La segunda, que las pulgas están en todas partes. Se compadece
de nosotras por estar en un cuarto con moqueta. Tía, compadécete porque no
tenemos ventana y estamos hacinadas en un zulo enano, no por tener moqueta. Hemos sabido que tuvo una reunión y se sentó
en el pasillo, para no pisar la moqueta del aula. Va en picado.
The Man Who Fell to Earth, de Trevor Butcher |
miércoles, 29 de julio de 2015
Vacaciones yaaaaaa!
Hoy es el último día de trabajo antes de las vacaciones.
Está siendo tranquilo, de hecho, a esta hora (doce y cinco) ya tengo todos mis
temas cerrados y no tengo nada que hacer. ¿Por qué no practicar un poco la
escritura? Luego leeré un rato discretamente en el ordenador. Pero ayer… Ayer
fue un día de esos en los que es mejor no levantarse de la cama.
Al poco de llegar me llamó la jefa de un departamento relacionado
con el mío. Mi jefa está de vacaciones desde el lunes y fue ella la encargada
de decirme que nos había caído un marrón. Me fastidió, me amargó, me cabreó. No
se manda un marrón el penúltimo día de trabajo. He estado conteniéndome para
hacer ciertas llamadas que implicaban carga de trabajo para otros porque solo
nos quedaba una semana y a mí me sueltan un saco de mierda encima dos días
antes de las vacaciones. Ironías de la vida.
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