domingo, 16 de septiembre de 2018

Evento indeseado, encuentro inesperado

Perro vestido para carnaval
Mardi Grass Boo Lefou, de DaPluget

Jueves. Evento de bienvenida a los nuevos. Cuando voy a esas reuniones me abruma la multitud, hablar en inglés y no entender, que me presenten a un montón de gente, tener que forzar conversaciones incómodas. Por todas esas razones, porque era en mi hora de la comida, hacía un sol de justicia y era en un jardín fui de mal humor, predispuesta a pasarlo fatal.

Antes de salir, Violeta me confirmó que iba a haber carpa, así que dejé el sombrero que había llevado, me colgué la identificación al cuello por una vez y salí tan campante. Pero cuando llegamos al sitio, tempranísimo porque mis compañeras formaban parte de la organización, nos encontramos la sorpresa: una carpa enana y tres sombrillas mínimas. Solo lo pensé un segundo, lo que tardé en preguntarles si necesitaban mi ayuda inmediata, y volví a mi oficina en busca del sombrero. Con él y unas gafas de sol enormes, me presenté en el sarao. Absolutamente de incógnito.

Lo de la sombra no fue lo único que salió mal: demasiado calor, más gente que la que había confirmado, poca comida incluso para lo previsto y, por supuesto, mi atuendo. Me puse un vestido para ir un poco mona. La gente suele ponerse de tiros largos para este evento y necesito no destacar. He notado en otras ocasiones que ese vestido me hace llamar la atención de los demás, pero me encanta, me hace delgada, me hace sentirme bien. Quizás sea la seguridad en mí misma lo que perciben, no tanto la apariencia. Lo que está claro es que el sombrero lo llevaba solo en la cabeza, no en escote y piernas.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Cambio de perspectiva

Silueta de hombre de espaldas, en contraste con la luz amarilla de la ventana
Scary hall, de Leo Hidalgo
A Dani le gusta Valentina y a Valentina le gusta Dani. Qué complicado, piensa él sentado en su nuevo despacho mirando a través de la ventana. Pero ya basta de contemplar el fabuloso patio lleno de árboles y de flores. Ha estado bastante raro últimamente aunque haya intentado disimularlo y no quiere que su compañera le pregunte y lo presione para responder. No volverá a ver a Valentina ni al otro lado del cristal ni en ninguna otra parte, eso es lo que pasa, y ni uno de esos colores puede arrancar el gris de su interior porque a veces, solo a veces, las cosas fáciles no lo son tanto, o quizás él mismo las complica dándoles una importancia que no tienen.

Hola. Qué tal el fin de semana. Básico.

Qué calor hace hoy. A ver si deja de llover. Fundamental.

Imposible.

viernes, 20 de julio de 2018

Tardes de julio


Atardecer
Sunset reeds, de Russ Seidel
El edificio está casi vacío y en silencio. Nada más escuchamos los ruidos de nuestras sillas al moverse, el clic clic del ratón y el clap clap del teclado. Si no estuviera Sara Pestes conmigo casi tendría miedo. No hay estudiantes, ni visitas, parece que mis compañeros se han escondido para dormir la siesta o se han largado a la piscina directamente. No hay plan mejor para una tarde de viernes.

Mis compañeras son alérgicas al silencio y a la tranquilidad. Sandra no tarda en hacer una llamada y encadenar una conversación de trabajo con un tema personal. No puedo concentrarme y empiezo a hacer mil cosas, pequeñas tonterías para distraerme hasta que se calle: ponerme un poco de gel para matar un grano que me ha salido en el brazo, mirar el cielo azul mientras me pongo barra de cacao en los labios, descubrir una mariquita en la ventana, mirarla embelesada y aguantarme las ganas de levantarme como una loca para hacerle una fotografía, echarme gotas en los ojos, revisar los mensajes en el móvil. A veces puedo ser la más productiva.

lunes, 2 de julio de 2018

El insólito instrumento para ligar

Manos saliendo de una caja de cartón
348/365 - 9/21/2011, de Gabriela Pinto
Esta vez toca una historia superficial, estoy demasiado cansada de todo el curso, del trabajo del último mes, harta de la rutina, para pensar en algo serio. Va de unas cajas plegadas que nos acompañaban tras la puerta desde que terminé la segunda parte de la mudanza de oficina en septiembre. No molestaban mucho salvo por estética. Teniendo en cuenta que entre Sandra y yo tenemos unas seis cajas abiertas, llenas de cosas, porque no tenemos estanterías, las cajas plegadas tras la puerta realmente no molestaban nada ni eran lo más feo de la meeting room, aunque la Pestes, al principio, se quejaba bastante de ellas. Las señalaba con el dedo cada vez que alguien venía de visita por aquí y la gente se giraba preguntando ¿qué cajas? Y al fin las veían, después de recorrer toda la estancia con la mirada y de que la Pestes insistiera e insistiera con su dedo agresivo y punzante.

viernes, 1 de junio de 2018

Compañerismo y sinceridad

tres mujeres
Así de nítida es nuestra amistad.
3 dames, de Feo Lernández.

Compañerismo y sinceridad. 1.
Resulta que estaba yo un poco agobiada porque mi jefa me había pedido unos datos con urgencia. Sandra estaba en la meeting room cuando apareció Diana para explicarme lo que quería, escuchó atentísima la fecha inminente de entrega y en cuanto nuestra jefa salió por la puerta empezó a parlotear como una cotorra. Con los cascos puestos, solo veía de reojo sus labios moviéndose, pero mis oídos empezaron a percibir poco a poco el aumento de volumen para llamar mi atención. Me estaba poniendo del hígado y finalmente sucumbí. Primero me preguntó si necesitaba ayuda, que no falte la cortesía. Luego quería que le explicara cómo llegar al trabajo en transporte público desde su casa, como si yo supiera dónde vive y no existiera internet.

viernes, 11 de mayo de 2018

La ruta de los cajeros



Por la tarde tenía que hacer unas compras y aproveché la hora de la comida para acercarme a un cajero. Desde hace un par de semanas tenemos una hora para comer y salimos una hora antes, así que elegí una oficina que me queda a diez minutos. Al llegar al primer cruce vi a lo lejos al Guardián de la puerta hablando con la chica de la limpieza delante del edificio que le toca este mes. Se me puso un nudo en el estómago provocado por la contradicción, una mezcla extraña provocada por una bofetada de celos porque no era yo la que estaba hablando con él, celos por alguien a quien apenas conozco (con el dato curioso de que no soy una pareja celosa, a ver por qué porras siento eso por un desconocido), más el rechazo a encontrarme con él y que mis hormonas se vuelvan a alterar solo por un saludo.

viernes, 20 de abril de 2018

La voz


¡RING, RING, RING!

Hola, Érica, soy Fernando P. y te llamo…

Piernas con medias y liguero. Sofá rojo
Illustration Friday - Climb, de Gasbombgirl
Solo un par de segundos y ya está perdida. Esa voz la hace subir en una nube y volar, alejarse de la oficina y perder la noción del tiempo y el espacio. Grave, rebosante de masculinidad en cada decibelio, habla con formalidad al principio, pero se vuelve distendida después de la respuesta de Érica con un tono que indica cercanía. Tienen casi la misma edad y a ella no le gustan los formalismos porque levantan un muro que dificulta su trabajo. Para hacerlo, bucea entre los más oscuros secretos de los currículos de algunos de sus compañeros, puede descubrir carbón en lo que ellos hacen pasar como diamantes. Y lo saben. Es mejor que confíen en ella desde el principio y no se muestren con la máscara. Es el caso de Fernando. Claramente expone lo que tiene y lo que no, reconociendo sus puntos fuertes y sus carencias. Para reconocer ante ella que tenía que haber hecho más de eso o de aquello tiene que tener mucha confianza en sí mismo. Eso dice mucho de él y a Érica le encanta, ha encontrado muy pocos así. En eso piensa mientras Fernando P. habla. Luego intenta contestarle sin que se lee note que está temblando.

viernes, 23 de marzo de 2018

En el centro del patio

tres butacas diferentes: una naranja, una azul y otra marrón, en una habitación abandonada.
Fotografía de Tama66
Está en medio del patio casi vacío, solo hay un par de coches y unos cuantos pajarillos buscando algo para desayunar. Mira a su alrededor mientras avanza hacia el edificio. Frente a ella, desde una indiscreta ventana del primer piso, Diego la mira con descaro, sus ojos oscuros lanzan un mensaje que ella recoge y comprende, pero no puede responder porque, desde su atalaya del tercer piso, su jefa la observa con atención desde las sombras. Él se queda sin recibir nada a cambio. Esta es su rutina desde hace diez meses y, a pesar de no recibir respuesta, cada día insiste e insiste en mirarla y en seguir cada paso que la chica da a través del patio vacío.

En la entrada, a su espalda, se ha quedado el Guardián vigilando la puerta o lo que haya que vigilar. A salvo en su garita la saluda con la mano y una sonrisa, a veces un hola y una sonrisa, siempre amable, nada más. Ella tampoco ofrece más que sonrisas amables y sinceras, aunque quisiera entregar algo más. Él no se deja. Si está en el exterior siente inseguridad y esquiva las miradas de la chica dirigiendo sus ojos color miel a un lado, al suelo, a cualquier parte excepto a ella.

viernes, 2 de marzo de 2018

Diario de un "Ascenso" (8): El acoso

Cabinas de teléfono, Londres
Telephone Box London, de Sacha Fernandez


Martes 27 de febrero de 2018

18:42h.

Suena el teléfono. Recordaba en mi entrada anterior que todas las del diario de la Rotten comienzan con una llamada de teléfono suya o directamente con su persona apareciendo en la puerta. Dando el coñazo, vamos. Ésta no es una excepción, solo que esta vez tengo el teléfono a la vista y me acuerdo de mirar la pantalla. Sí, la miro y veo su nombre: Ascensión. Y no cojo.

No lo cojo solo porque esté hasta el culo de ella, porque me amarga, por la desgraciada historia que tenemos en común, sino porque ella cree que salgo a las seis y media (18:30h), así que ¿qué porras hace llamándome doce minutos después? No se limita a que suene un par de veces para que quede el registro y yo le conteste al día siguiente. No, ella no admite un no por respuesta así que lo deja sonar a ver si por un casual tengo telepatía y puedo darme la vuelta para atenderla.

He quitado el sonido, me duele muchísimo la cabeza. Ver esa pantalla iluminada cuando debería estar apagada me cabrea, me intensifica el dolor. Miro para otro lado e intento ignorarlo. Solo pienso en recoger.

viernes, 23 de febrero de 2018

Diario de un "Ascenso" (7): los resultados de la vacuna

Jueves 15 de febrero de 2018

18:20h

Pulga. Dibujo.
Pulga, de Lady Orlando
Suena el teléfono. Todas las entradas del diario de Ascensión, la Rotten, comienzan de manera parecida, con una llamada o una visita. Suena y suena, estoy a punto de no cogerlo, pero estoy pendiente de una llamada. Como siempre, tengo el teléfono tapado por la CPU, no veo quién llama, vivo confiada. El caso es que lo cojo sin mirar el nombre y ahí está, con su vocecita de niñita-vieja, medio susurrada. Soy idiota a más no poder. ¿Por qué porras he descolgado?

Hola, Dorotea, ¿no has cogido la gripe? Así de sopetón. Una pena que no la tenga, por fin me tomaría ese café con ella para pasársela tosiendo sin taparme la boca. A continuación sigue preguntando por mi estado, que si llevo mejor el trabajo. El control, ahí está. Le digo que sí, pero es solo parte de mi estrategia. Si cree que voy a ir a tomar café con ella solo porque puedo respirar, y dormir, e irme a mi casa a la hora que me corresponde, está muy equivocada. No me conoce. La próxima vez que llame estaré alerta, miraré esa maldita pantalla y no cogeré. Y le devolveré la llamada dos días después diciéndole que estoy otra vez hasta el cogote, ahogada y con tal estrés que no tengo ni vida, como ella. Bueno, me ahorraré el como ella.

miércoles, 14 de febrero de 2018

El desastre del ranking

Global Growth, con piezas de Scrabble
WORL BANK, de Marco Verch
A pesar de que siempre me estoy quejando de aspectos de mi trabajo, la vida aquí no es del todo mala. Además, mis críticas son constructivas, otra cosa es que las mencione en el blog o que les hagan caso cuando puedo opinar en la empresa. Los sueldos de las escalas bajas no son tan mierda como en otros sitios, no fichamos (aunque a mí me encantaría a pesar de los retrasos del tren), tenemos vacaciones bastante más largas que la media, siete días de libre disposición y cierta estabilidad. Y dependiendo del jefe/a que tengas, puedes llevar una existencia hasta agradable. El problema de esto es que la gente se acomoda, se asienta en su propia felicidad, ignora lo que hay fuera y, cuando se cuece un problema, en vez de encararlo para cortarlo de raíz, se intenta tapar o poner parches para que parezca que todo sigue igual de “perfecto”.  Entonces explota y todo el mundo se da cuenta de que en la Ciudad Esmeralda, las cosas son blancas y no verdes.

miércoles, 24 de enero de 2018

El café, ¿solo o con (malas) pulgas?

Diez mujeres de perfil sentadas en sillas
10 Chairs, de Bob May
Enero está siendo un mes estresante. No solo el peor enero desde hace siete años sino una de las peores épocas en cuanto a estrés, agobio y presión desde que estoy aquí. El curso no empezó muy bien en septiembre y he ido encadenando un marrón tras otro hasta ahora. La ansiedad y las ganas de comerme la casa me visitan cada noche, también las dificultades para dormir, el dolor muscular no se va, la cabeza…, ¿qué voy a decir de la cabeza? Nada que no sepan las personas que tienen el mismo problema. No me quiero hacer la víctima, solo contextualizar el momento. Miro al futuro, al día veintinueve de enero, y solo veo un túnel negro, ni una bombilla alumbrando el camino. En cambio, sé que hay obstáculos: una valla por cada día que falta y algún imprevisto en forma de agujero que surge cuando menos se lo espera, siempre receptivo para que caiga en sus redes y hacer que pierda el rumbo.

viernes, 15 de diciembre de 2017

El accidente químico

Puerta en habitación a oscuras
La puerta misteriosa,
de Dorotea Hyde
Abrí la puerta de la Meeting Room y casi me desmayo. Eran las diez menos veinte de la mañana y fue una sorpresa muda, ni hongo radiactivo ni luces boreales. Simplemente llegué con una mochila llena de enfado y frustración porque era el cuarto día seguido que el tren llegaba con retraso y al girar la llave, empujar la puerta y respirar aquello supe que el día iba a ser muy largo. Primero la vaharada me echó para atrás, se me cortó la respiración un instante (ahí fue cuando pensé que iba a perder el sentido) y como seguí en pie entré directa a la ventana. Justo en ese momento, tan oportuna, llegó Sara Pestes y ya no pude abrir. Iba a dar igual, pero aún no lo sabía.

En esta oficina hay una puerta misteriosa que da a un espacio de lo más vulgar: un pequeño almacén al que llamo el cuarto misterioso (perdón por la redundancia) donde las señoras de la limpieza guardan el papel higiénico, las cajas del agua, la aspiradora y materiales de limpieza. El dichoso olor salía de este cuarto y cuando una de ellas se pasó por aquí para coger algo y abrió la puerta, casi nos desmayamos otra vez. Según nos contó un poco cabreada, como si nosotras tuviéramos la culpa, como si preguntar fuera un crimen, a las del turno de tarde se les cayó ambientador. A mí no me olía al que normalmente usan pero me abstuve de hablar no fuera a ser que se enfadara todavía más.

martes, 5 de diciembre de 2017

Los retrasos del tren: ¿colapsan ellos o colapso yo?

A lo largo de estos años de blog he intentado evitar el tema de los retrasos en el tren porque es algo que me enerva y me crea muy mal rollo. He hablado del hombre con coleta, de Diego, del flautista de Hamelín, de los atentados del 11M, del hombre murciélago y muchos de los cuentos de Lo que me inspira la música surgieron también en un vagón. Solo una vez comencé hablando de los retrasos para llevarlo al terreno de la ofi, al fin y al cabo las dos empresas funcionan de manera parecida. Por eso tiene etiqueta propia, aunque no estoy segura de que todo lo relacionado con el tren esté etiquetado como tal.

Durante diez años he estado cogiendo el tren a diario. Hasta que hicieron la reestructuración de líneas cogía dos, ahora solo uno, pero no hay mucha diferencia. Antes, en el segundo tren me tocaba ir como una sardina de pie y ahora me toca ir como una sardina sentada. Tardo lo mismo porque hay los mismos problemas o más. La frecuencia supuestamente ha aumentado, pero las vías de entrada a Atocha han disminuido así que el tapón que se forma es descomunal.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Lo que me inspira la música (10): La tos




La chaqueta de forro polar de color rojo iba acompañada de un tufillo rancio que, sin provocar arcadas, desagradaba. El vagón fue tragando gente en cada estación y se vieron obligados a juntarse más de lo necesario. Una tos del tipo de rojo esparció otro olor: el del aliento cargado de alcohol. El que iba a su lado sintió cierta pena. Ir a las ocho de la mañana acompañado de esos dos olores no decía nada bueno del tipo de rojo, eran la señal de una vida triste y dejada. Podía estar equivocado, claro, al final lo único que estaba haciendo era imaginar y suponer muy a la ligera, dejándose llevar por el rechazo de su nariz a aquella compañía temporal. 

A ratos emergía un tercer olor: lavanda del suavizante que usaba su novia. Solo durante uno o dos segundos podía zafarse del aplastamiento del olor rancio y del olor a alcohol, pero era suficiente para que su mente dejara aquel vagón y volara, no solo a otro lugar, sino a otro tiempo. Al fin de semana que habían pasado juntos, al momento en que una ráfaga de viento le robaba la bufanda, al instante en que ella la recogía de un arbusto después de ganarle la carrera, al segundo preciso en que juntaron sus labios en un beso entre risas. Y otra vez la tos que traía el olor a alcohol para traerlo de vuelta de sus ensoñaciones. Al menos se tapaba la boca para toser.

martes, 21 de noviembre de 2017

La gran teoría de las llaves maestras

Dos llaves de oficina
La pareja de la cajonera, de Dorotea Hyde.
Enlazadas en rojo. Estábamos predestinadas. 
Me encanta cuando la gente se pasa de lista y a continuación se la pega. Sé que no es ni tolerante, ni paciente, ni amable. Me da igual, voy a saltarme todas las lecciones de autoayuda.  Si a alguien le gusta que se pasen de listo con él o ella o disfruta mientras lo humillan y lo dejan quedar como una escoria que no tiene ni idea de nada, que se pase por los comentarios y lo diga. Respetaré su masoquismo, pero yo odio que me traten como una imbécil, que vengan a hablarme como si no tuviera ni idea de nada aunque esté razonando y justificando mis réplicas y la otra persona simplemente esté siendo sabionda, chuleándose como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo, como si tuviera el poder del conocimiento universal y divino. Más allá de tener razón o no, me encanta que esa persona se lleve el chasco y se hunda en un agujero (cavado por ella misma).

viernes, 20 de octubre de 2017

Ruido, ruido y más ruido. Y un poco de divinidad

—Yo primero presentaría lo que sea líquido, las acciones.
—Tiene que cumplir uno requisitos: de familia, de paro…
—¿Cuánto tiene de hipoteca?
—Ciento cuarenta, no, ciento cincuenta.
—Si es segunda vivienda es cuando te van a por todo.
—Supongo que te dice que priorices entre restaurantes y…

viernes, 29 de septiembre de 2017

Asco a la obesidad

Quizás me tomo las cosas muy a pecho o quizás es que hay temas que me tocan de cerca y me superan, pero no soporto el trato que Sandra y Sara Pestes les dan a los gordos. No es que sea yo una obesa, pero siempre he tenido sobrepeso. Tengo hipotiroidismo virtual y ansiedad real, y eso hace que me cueste mucho, mucho mantenerme en forma. Cada día nado entre aguas. Las mías, en las que me veo inmensa, como si pesara cien kilos más y fuera la candidata ideal para ser la mujer de Roose Bolton, y las de los demás, en las que me ven estupenda. No sé cuál de las dos visiones distorsiona más la realidad, pero es frustrante vivir así. Sin embargo, no empiezo estas líneas para hablar de mi gordura ni de mis sufrimientos, así que giraré un poco la rueda en la otra dirección.

viernes, 22 de septiembre de 2017

La segunda boda de Violeta

Violeta se nos ha vuelto a casar. La primera fue una boda sencilla, cutre más bien, y triste seguro, pero eso ya lo conté en la entrada correspondiente. Esta, en cambio, tenía que ser grandiosa. Me la imagino como esas grandes bodas de gente que quiere aparentar lo que no es, que intenta por un momento tocar lo que no tiene y le sale un gurruño hortera. En mi mente se cuela, sin proponérmelo, una boda gitana.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Primera persona del plural

tres orquídeas
Las orquídeas de la meeting room,
de Dorotea Hyde
Me he hartado de la primera persona del plural. Tanto tanto me he hartado, que hasta he sido borde y no me gusta serlo. Demasiado tiempo escuchando tenemos que ir a ver el edificio nuevo, tenemos que quedar con la Rotten para tomar un café (y luego ponerse a hablar con otra persona y ser yo la que aguanta a la pulgas), tenemos que aprender en qué despacho está cada uno, deberíamos aprender el organigrama de la empresa, ¿dónde podemos ver la orden día?, deberíamos conocerla, ¿felicitamos a Violeta por su boda? 

La carrera hacia la bordería empezó a la vuelta de las vacaciones, el segundo día, cuando Sandra me preguntó si sabía algo de Ana y, a continuación, soltó un “tenemos que ir a verla”. Aprecio mucho a Ana, es de lo mejor que pasó por el zulo en mucho tiempo, pero no es mi costumbre pasar mi jornada laboral de paseo, prefiero otras cosas para distraerme. Y en concreto, pasar por esa oficina no me apetece un huevo. El departamento de investigación, cuanto más lejos mejor. Como una oficina compartida no es una casa, no sé siquiera si me pasaré por allí a menos que el trabajo me obligue. Alguien podría decirme que se trata de cortesía, que Ana es algo parecido a una amiga. Me da igual. Empieza a salir mi lado borde simplemente porque Sandra me implica en algo que quiere hacer pero no quiere hacer sola.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Problemas con la conexión wifi. ¿Y qué?

Taza de café humeante simulando una red wifiDesde que nos mudamos a la Meeting Room venimos luchando contra una pequeñita dificultad: apenas hay cobertura wifi. He escrito la oración anterior en primera persona del plural por cortesía. Son Sandra y Sara pestes quienes lo sufren, luchan contra la adversidad y se quejan, sobre todo se quejan. Mucho.

A mí me da igual que haya o no haya… Y ya está el angelito sentado en el hombro derecho obligándome a confesar que en los primeros días, mientras no conectaron nuestros ordenadores a la red, me resultó muy útil que mi PC utilizara su antenita receptora por una vez, aunque era un poco molesto que la señal se perdiera cada dos por tres. Claro, solo un par de días, nada comparable a dos meses. Ocho semanas viendo vídeos a trompicones, sesenta días despilfarrando su dinero para chatear. Imaginad lo desesperada que estaba Sandra en julio, la tensión acumulándose en una de las venas de su cuello, hasta que ya no pudo aguantar más y descargó la energía enviando una incidencia a IT sin comentárnoslo ni a la Pestes y ni a mí. Sandra es de las que necesita la aprobación de los demás hasta para hacer sus cosas pero, curiosamente, contradiciendo esa dependencia para la toma de decisiones, le encanta montar pollos a quien cree por debajo de ella o cree que debería servirla. Humillar para sentirse algo.

viernes, 7 de julio de 2017

Semana de encuentros inesperados

La Rotten, un personaje del que he hablado muchísimo en el blog porque me las hizo pasar canutas, vuelve a hacer acto de presencia. No llegó a irse del todo de mi vida. De vez en cuando me llama con la excusa de preguntarme qué tal estoy para que yo devuelva la pregunta y contarme todas sus historias pulguiles. “No quiero hablar de eso”, pero siempre, siempre, acaba en ese punto monopolizando la conversación. Por suerte las llamadas son poco frecuentes y se acabaron las visitas sorpresas, aunque nadie sabe a quién se puede encontrar más allá de las fronteras de la empresa.

lunes, 19 de junio de 2017

Una dedicatoria a las miradas

Me encanta hablar de miradas. Si alguien se pasa por aquí de vez en cuando, lo sabrá, aunque hace algo más de año y medio que no incluyo un post en esa etiqueta. Esta será la séptima entrada en “Miradas”, unas cuantas más si busco “mirada” o “miradas” en el contenido, además de las que no incluyen la palabra pero hablan sobre el tema. No solo me gusta hablar de ellas, también otorgarlas y recibirlas, aunque a veces la timidez me impida expresarme todo lo que quisiera y simplemente me quedo en un estado neutral y aburrido que me hace parecer sosa o desinteresada. En cualquier caso, las buenas miradas son de las pocas cosas que hacen más llevadera la jornada.

Los ojos hablan por nosotros, incluso dicen cosas sin que nos demos cuenta, sin permiso. No tienen por qué ser tímidos y pocas veces son mentirosos aunque nosotros lo seamos. Tampoco hace falta mentir, sino estar en una situación delicada, querer ocultar algo y zas, movimiento de ojos que ya nos ha delatado. Y aunque hay miradas que asesinan y sería preferible evitarlas, es un alivio, en esas situaciones en que no se sabe qué decir, que los ojos digan te comprendo, no te preocupes, todo se va a solucionar, estaré a tu lado, lo siento mucho. Es una maravilla, que puede llegar al éxtasis en ocasiones, encontrarse a alguien que con un brillo especial te diga: eres guapísim@, quiero seguirte al fin del mundo, me pones un montón, echaría un polvo contigo ahora mismo, te quiero. Únicamente con las chispitas que salen de su iris, con una casi imperceptible dilatación en la pupila pueden hacernos temblar; con un ligerísimo movimiento visual recorren tu cuerpo y te hacen olvidar lo que está pasando a tu alrededor. ¿Nunca habéis sentido eso?

martes, 23 de mayo de 2017

Subida de temperaturas para el verano

De pronto tengo calor. No por la temperatura ambiente ni por una insolación, aunque todo contribuye a ponerme al borde de una calentura de las gordas. La causa, debo confesar, es el maromo que está ahora mismo en la puerta del recinto, con traje azul marino y camisa blanca. Venga, voy a ser sincera, ahora mismo no tiene la chaqueta, pero eso está muy cerca de que se quite la camisa también y me pone en una situación hormonal delicada.

Maniquí en la puerta de una tienda
Sin título, de Daniel Sivinjski
No es especialmente guapo, no es muy alto y podría cambiarse el corte del pelo, ¿será, entonces, por el uniforme? A mí me van mucho los uniformados, pero siempre he sido más de marinos, policías y guardias civiles con traje de montar, con esos pantaloncitos ajustados y botas altas marcándolo todo. Uf, me pongo mala de pensarlo. ¿Veis? Sigo caminando hacia el límite. Si escribiera con pluma, la tinta se habría corrido por todo el papel.

viernes, 5 de mayo de 2017

Picores: el síndrome de las mudanzas no deseadas

Fue un pequeño susto. El miércoles cogí el tren como siempre para volver a casa y sentí un cosquilleo en mi mejilla, como la caricia de un delicado fantasma. Me toqué suavemente, casi con pudor y, al mirarme los dedos vi un pequeño bichillo de una especie que desconocía (no, no raro, es que no tengo ni idea de bichos). Hacía un poco de calor, sudaba por el esfuerzo previo y todo empezó a picarme. La caricia en la mejilla se extendió por todo el cuerpo en pocos segundos y se convirtió en urticaria sin contemplaciones. Y con la urticaria vinieron los recuerdos: la Rotten y su mudanza, las pulgas imaginarias, los sarpullidos, la locura del grupo…

viernes, 28 de abril de 2017

El secreto de la nueva mudanza

Ayer recibí una llamada de mi jefa: nos mudábamos. Y empezó el culebrón. En esa llamada me dijo que el cambio de oficina era inminente, que pidiera cajas y embalara porque el viernes siguiente (y yo entendí el cinco de mayo) tenía que estar todo listo. Casi me da un pasmo. No solo porque todo era demasiado apresurado, sino porque irme del edificio donde he pasado la mayor parte de mi tiempo de los últimos nueve años, supone un enorme cambio y una tristeza.

viernes, 7 de abril de 2017

La banda sonora de los libros

Como siempre, la última semana antes de las vacaciones se hace eterna. Pensamos más en los viajes, las maletas, los planes que se van a organizar se viaje o no, intentamos no perder ni un pronóstico del tiempo. Esta vez, en mi caso, a todas estas “preocupaciones” se les han unido dos variantes excepcionales: el último tramo de mi convalecencia y la pérdida de uno de mis pendrives. La recuperación ha ido a buen ritmo pero los antibióticos me han dejado hecha polvo. Hacía tantos años que no los tomaba que ya no recordaba cómo te quedas cuando terminas el tratamiento. Dos días después, se me siguen cerrando los ojos incluso tecleando. Y lo del pendrive… bueno, eso me ha fastidiado de veras.

The Boss tocando para Nosotros, los de entonces.

viernes, 31 de marzo de 2017

La urraca enfadada, ¿qué le pasará a la urraca?

Sandra se ha enfadado conmigo… otra vez. Me cansa. Ya he perdido la cuenta de las veces que van, pero es la primera en el neozulo. Cuando no es el centro de atención o no haces lo que ella quiere, se cabrea y se lo toma como algo personal. Tiene la vista tan fijamente metida en el minúsculo agujero de su ombligo, que cree que el mundo se mueve para ella. Nunca me dice el motivo, que sería mucho más saludable (si lo hubiera). Simplemente deja de hablar. 

viernes, 17 de marzo de 2017

Lo que me inspira la música (9): Té y café



Lo ha visto nada más entrar. Escoge, entre las mesas vacías, la que está frente a él. Levanta la cabeza cuando la camarera se acerca a tomar nota de la comanda, pero en realidad no las ve a ninguna de las dos. Ella observa cada uno de sus movimientos, escasos, breves, mientras la camarera deja la taza, la tetera y se aleja contoneando las caderas. Él se limita a pasar las páginas y a remover un café que ya debe de estar frío.

La chica sirve la infusión. Le gusta tomarla hirviendo, con un toque de miel y soplar antes de llevarse la taza a los labios e imaginarse que lo está besando a él. Sopla. Quema. Su barra de labios se derrite en contacto con la porcelana. Sopla. Lleva su mirada a través del cristal, al sol refugiándose entre las colinas más allá de la ciudad, a las luces que comienzan a aparecer y que prefiere imaginar como pequeñas luciérnagas de colores. Sopla.

La camarera enciende la televisión. El volumen atronador después del partido de la noche anterior, les llena los oídos con la música de cabecera de Caso abierto, se cuela incluso en la cabeza de él, que levanta la vista hacia el televisor. Cuando la camarera quita el volumen, sus pupilas se deslizan también a través del cristal. Nara los ha invadido a los dos. La recrean nota a nota en sus mentes, forman un camino imaginario y ondulante que guía sus miradas hasta que se cruzan en el cristal. Ella mira los ojos marrones de él. Él mira los azules ojos de ella. Una pequeña esperanza para ella, que termina su té esperando que mañana la música aparezca de nuevo.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Lo que me inspira la música (8): Día internacional de la mujer


Odio las injusticias y las desigualdades. Odio las malas noticias y que el mundo sea una mierda, odio que me atragante el desayuno y que me cueste tanto desconectar para no hundirme y poder seguir con mi vida.

Odio a la gente que vive en una burbuja, aunque en cierto modo los envidio por poder aislarse y vivir en su propio mundo happy flower. Pero odiaría vivir sin hacer nada, sin poner mi granito de arena para solucionarlo. Odio a los pasotas, a los que van por la vida dándoles igual si pisan una flor o una cagada de perro. Odio a los que protestan por “todo” siendo mentira. Protestan por joder, por hacer daño, por molestar, porque están llenos de mezquindad y les gusta ver el sufrimiento que causan con sus protestas idiotas y sin sentido, pero luego no protestan por problemas importantes y se escudan tras un “no tengo opinión sobre eso” para no tomar partido. Porque tomar partido es difícil, a veces estás solo/a ante los demás para y por defender tus ideas.

viernes, 3 de marzo de 2017

Sueño que escribo desde una burbuja

Para este post había elegido un tema serio a la vez que loco, iba a darle un toque divertido y era picante por sí solo. Me llamó tanto la atención la noticia en la que me iba a inspirar que se lo comenté a todo el mundo y tanto va el cántaro a la fuente…, al final se la casqué a quien no debía, a alguien que no quiero que aparque por aquí sus posaderas. Hablar del tema significaba que podría buscarme y localizarme. Y me vi de nuevo en una crisis de ideas, con la presión adicional de contar algo interesante porque me di cuenta de que este es mi post número cien.

viernes, 17 de febrero de 2017

Ayudemos a nuestros dedos a guiar a las mentes entusiastas

Policías antidisturbios
Retour en briques, de doubichlou14
Las últimas semanas han sido de locos. Encuentros, desencuentros, guerras civiles oficinescas, conato de una ruptura, lágrimas, violencia solapada, tortura psicológica, un robo (realizado por mí), nueva compañera y, si empiezo con lo que ha pasado fuera del zulo, la lista se lleva todo el post. Ha sido tan movido que no he podido escribirlo porque mi mente estaba a punto de explotar. Durante un tiempo intenté buscar el modo pero no conseguía distanciarme lo suficiente. Algunos de los sucesos me han tocado de cerca, así que el desgaste emocional ha sido importante. Ni meditación, ni colorear mandalas. Mi mente iba a mil por hora, las contracturas en pie de guerra, incluso me salió una úlcera en la boca. Así es imposible concentrarse y pensar. Quizás todo esto son simples excusas para no escribir, para no enfrentarme a la realidad si sale un bodrio, o peor, para no enfrentarme a la realidad si consigo escribir algo bueno.

viernes, 20 de enero de 2017

El pájaro y la gata

La primera semana de trabajo del año vino acompañada de una visita sorpresa, una que no esperaba: el Pájaro en persona. Este hombre es demasiado ambiguo para un diablillo de décima categoría, no consigo descifrarlo. Pensé que no aparecería por aquí de nuevo y lo hizo. Lo peor de todo es que nada más felicitarnos el año, se acercó corriendo a mí, se acordó de mi nombre y me dio dos besos y medio achuchón. Demasiado. Me dio un pasmo y a Sandra dos porque la saludó de lejos y con un leve gesto con la mano. La justicia de los dioses. En ese instante, ella habría querido estar en mi lugar y de paso achucharlo ella también y yo habría preferido recibir ese inocente e higiénico saludito.